Este pasado viernes, la crisis en la deuda europea vivió una nueva vuelta de tuerca tras la reunión de los ministros de economía de la unión en Luxemburgo, supuestamente para discutir el peligro de que Grecia saliera de la zona Euro. Estos rumores fueron categóricamente denegados, lo cual no es ninguna sorpresa; tanto si son ciertos como si no, la mera sospecha de que esta posibilidad exista podría generar un corrimiento en los depósitos en euros de las instituciones griegas. Finalmente, los funcionarios europeos sugirieron que la reunión se había convocado para discutir cambios en los paquetes de rescate concedidos a Grecia y a otros países periféricos. La UE está admitiendo, por lo tanto, que es inevitable buscar un nuevo acuerdo con Grecia, dada su incapacidad para lidiar con los términos del plan actual. La reestructuración de la deuda griega es también inevitable, pero Europa todavía no ha admitido esta realidad públicamente.
Sin ir más lejos, Standard & Poor’s ya se ha adelantado rebajando el rating del crédito griego al nivel B, dejando al país al nivel de Bielorrusia como uno de los menos fiables en Europa.
Es difícil saber cómo se desarrollarán las cosas en un futuro. Sí se plantean nuevos términos para el acuerdo griego, los otros países que han sido rescatados (Irlanda y Portugal) no tardarán en pedir que se les concedan términos igualmente generosos. Al mismo tiempo, los estos términos dejarán a Grecia en la insolvencia casi con toda seguridad. Sin embargo, no podemos perder de vista que el fallo de Europa en este asunto es más institucional que económico.
En palabras del columnista del Finantial Times Wolfgang Münchau, “el problema principal de la crisis en la eurozona no es el tamaño de la deuda soberana de los países periféricos, que es pequeña en comparación con el producto interior bruto de la unión. El porcentaje de deuda con respecto al PIB total del área es menor que en el Reino Unidos, EEUU o Japón. Desde un punto de vista macroeconómico, se trata de una tormenta en un vaso de agua.”
“El problema real está en la incapacidad de la eurozona para manejar una crisis que se ha vuelto contagiosa y tiene ahora el potencial para causar enormes daños colaterales. Los acuerdos institucionales realizados por el Consejo Europeo sobre deuda soberana en mazo no han aportado ninguna solución a la crisis actual. El proceso está comenzando ahora. Los responsables se han dado cuenta de que, sin importar que opción elijan para administrar la deuda, ésta va a costar a los ciudadanos cientos de millones salidos de sus impuestos. Es muy improbable que los estados se muestren dispuestos a realizar transferencias fiscales de semejante calibre sin imponerse condiciones muy duras los unos a los otros.”
¿Se habló de la posibilidad de una salida del Euro por parte de Grecia en la reunión del viernes? Es muy posible. Pero por ahora, el debate principal se centra en cuánto dinero están dispuestos a aportar directamente los gobiernos europeos a las economías periféricas, y cuánto dinero se limitarán a canalizar a sus bancos para cubrir los costes asociados a la reestructuración. Una vez más, el hecho de que la zona euro esté compuesta por varios países soberanos se revela como un lastre para poner en marcha planes efectivos contra la crisis.