Castellón ha quedado delimitada como la provincia española que acumula un mayor stock de vivienda nueva sin vender, hasta un total de 100.000 unidades, según el informe que ha presentado esta semana CatalunyaCaixa, dirigido por el catedrático de Economía Aplicada de la UAB, Josep Oliver.
Sólo en el último año, y a pesar de movernos en un escenario de estabilidad en cuanto a la nueva construcción de viviendas, la provincia levantina acumuló 12.000 nuevas viviendas, incrementando su parque de obra nueva terminada sin vender en un 12,6%.
Los promotores inmobiliarios de Castellón han negado estos datos, que han calificado de erróneos, y han contraatacado con los datos oficiales que maneja el Ministerio de Fomento, según los cuáles el stock de vivienda nueva en Castellón, a finales de 2009, era de 34.366, a los que añadirían 460 viviendas visadas durante el año 2010, para un total de 34.826, muy inferior a los 100.000 que maneja CatalunyaCaixa.
Una vez más, el baile de cifras entre los diferentes organismos provocan confusión en la opinión pública y falta de transparencia, fundamental para poder iniciar un proceso de recuperación definitiva del sector inmobiliario español en el corto-medio plazo.
El mayor problema de la geografía española se sigue produciendo, según el informe de CatalunyaCaixa en la Costa Mediterránea con casi 500.000 inmuebles sin vender, con el agravante de que se trata de una zona de escasa demanda como consecuencia del uso al que se destinan, puramente vacacional y de segunda residencia, lo cuál hace muy compleja su venta.
De hecho, Oliver, director del informe, sostiene que si en España la vivienda todavía tiene que bajar su precio un 10% adicional, hasta completar el 30% de descenso, en el que parecen haberse puesto de acuerdo todos los analistas hipotecarios, el litoral mediterráneo tendrá que caer entre un 50-60% para llegar al 30% a nivel nacional.
Es evidente que durante los años de boom inmobiliario, las zonas costeras fueron las más castigadas con promociones y promociones de vivienda, que no parecían tener fin ante la creciente demanda que existía para viviendas de segunda residencia. Sin embargo, en cuanto el boom se detuvo, estas viviendas, fruto más del capricho que de la necesidad, son las primeras en dejarse de vender.