Antiguamente cuando contratábamos un seguro, lo contratábamos tal y cual se nos ofrecía y poco más, como mucho concretamente en el caso de los seguros de automóvil podíamos escoger si nos cubriría las lunas y poco más, en el actualidad también ha llegado el “tunning”, la personalización absoluta en el mundo de los seguros, y ello tiene muchas ventajas, pero cuidado pues también conlleva algunos riesgos.
La posibilidad de diseñarnos nuestro propio seguro, de hacernos nuestro menú a gusto de nuestras necesidades, permite sin duda optimizar las prestaciones y las coberturas que vamos a obtener del seguro en cuestión, sin tener que pagar más por coberturas incluidas por defecto en la póliza y que en nuestro caso jamás utilizaríamos o no queremos utilizar, pero ello que es positivo pues permite ajustar al máximo la prima a satisfacer, con las coberturas deseadas a recibir supone un riesgo si decidimos igual pasar demasiado la tijera.
Lo de los seguros adaptables o personalizables en algunas coberturas y prestaciones nació con la voluntad de poder reducir la cuota a pagar, y así no ofrecer siempre seguros excesivamente caros a los clientes por culpa de prestaciones inútiles para ellos, pero cuidado porque si personalizamos en exceso, y pasamos la poda demasiado a las prestaciones con el afán simplemente de reducir la cuota a pagar podemos quedarnos cortos en el seguro que vamos a contratar.
Lo dicho anteriormente nos lleva a aquello ya dicho en otras ocasiones de que el precio por precio, el coste bajo por coste bajo no nos sirve de nado si luego no se nos protege adecuadamente. Así, si pasar la poda o mejor dicho la lima para limar aquellas prestaciones o coberturas a todas luces irrelevantes para nosotros o para amoldar las cantidades aseguradas es tremendamente útil, pasar la poda a prestaciones que creemos no necesitar, pero que dudemos al respecto y solo lo hagamos por precio puede acarrearnos nefastos resultados.