El mundo ha avanzado mucho en los últimos años, también en lo que se refiere en métodos y sistema de pago, y el sector de los seguros no es una excepción. Es de recuerdo aún de quien firma este artículo de recordar como cuando en la infancia del firmante cada mes el cobrador de la compañía de seguros pasaba por el domicilio familiar a cobrar los recibos mensuales, hoy esa práctica es obsoleta.
Hoy en día los recibos se domicilian habitualmente, como mucho en ocasiones se pueden pagar por transferencia bancaria o bien en el caso de que por ejemplo por un error bancario se hayan devuelto los recibos se podrán abonar online con tarjeta de crédito, o en algunos casos se podrá ir a pagar entonces el recibo a las dependencias de la compañía aseguradora, pero eso de recibir el cobrador en el domicilio ya es algo extraño.
Que conste que lo dicho que sea extraño, no es que sea una práctica completamente extinguida, pues del conocimiento de quien firma son por ejemplo aún algunos casos bien vivos y actuales, pero ya no es la práctica común y habitual, ni tan siquiera la normal.
Los motivos son varios y son por motivos que benefician a ambas partes. Por una parte ofrecen mayor comodidad a las partes, unas se evitan de desplazarse y la otra de tener que acordar momentos para recibirlos, también se gana en economía, y sobre todo en seguridad al no tener que disponer ni desplazarse con sumas de efectivo importantes. Si a eso le sumamos que se han impuesto las transacciones bancarias como el común denominador de este tipo de pagos y que además se eliminan enormemente la posibilidad de errores en la gestión del pago, nos encontramos con el marco adecuado y completo para que así sea.