En los últimos tiempos todos hemos oído esto en los medios de comunicación: una comida saludable y baja en calorías es más cara que una comida muy calórica. Los alimentos frescos y saludables se ven más afectados por la inflación y cuestan más por kilo que las comidas procesadas de alta densidad calórica. Sin embargo, también sabemos que los alimentos frescos y bajos en caloría suelen tener más nutrientes esenciales, como vitaminas y minerales. Estos hechos pueden ser la causa por la que vemos muchos casos de obesidad en gente con pocos recursos.
Un estudio estadounidense basado en una dieta estándar de 2000 calorías arroja unos resultados impactantes. Si esa dieta se compone de alimentos altamente calóricos, el coste diario es de 3,52 $, mientras que si esas mismas necesidades se cubren con alimentos bajos en calorías, el coste es de 36,32 $. Los datos pueden no ser exactamente extrapolables a España, pero cualquiera que haya comprado comida en los últimos años podría decir que la idea básica sí que es aplicable: los alimentos sanos son más caros.
En el corto plazo, si solo nos preocupamos de poner comida sobre la mesa para alimentarnos, o para alimentar a nuestras familias, los alimentos procesados altos en calorías constituyen, sin duda, un ahorro. Nos solo nos llenan mucho más, sino que nos salen mucho más baratos que los productos frescos. Además son mucho más rápidos de preparar, por lo que también ahorran tiempo. Tentador.
A largo plazo, sin embargo, ocurre lo contrario. Una dieta con un exceso de calorías (y menor calidad nutricional) incrementa dramáticamente el riesgo de cualquiera de nosotros a padecer un montón de enfermedades, desde problemas cardiacos hasta diabetes. Estas enfermedades no solo tienen un coste económico (estatal y personal), sino que disminuyen nuestra calidad de vida, la ponen en peligro y hacen caer nuestra productividad potencial. Hablamos de costes muy serios.
Así que tenemos que tomar una decisión cada vez que vamos al supermercado. ¿Tratamos de ahorrar comprando productos baratos pero poco saludables, o gastamos más con la esperanza de que en el futuro este gasto extra beneficie nuestra salud y nuestra forma física?
Por supuesto, a veces la decisión no es tan sencilla. Hay mucha gente que se encuentra en tal estado de penuria económica que no puede permitirse mucha fruta y verdura frescas.
El mejor consejo en todo caso es comprar las frutas y verduras que estén de oferta, especialmente en temporada. Una vez que lo hayas hecho, planea qué comidas puedes hacer con lo que has podido comprar. No todos los alimentos saludables son tan caros, y hay que aprovechar los que vemos a buen precio, aunque nos obligue a ser un poco más imaginativos con nuestras recetas.
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