El primer paso para ser unos consumidores responsables es cuestionarnos el deseo de comprar cosas – tanto para ahorrar dinero como para evitar que se nos acumulen trastos en casa. Es la primera etapa que nos conduce a diferencia nuestras diferentes necesidades y tomar decisiones responsables sobre en qué gastar nuestro dinero, ganado con esfuerzo.
Pero en algún momento vamos a tener que consumir. Compraremos comida, o ropa o muebles. Necesitaremos reemplazar productos, hacer que los arreglen o actualizarlos. Cuando hacemos estas compras, estamos jugando un papel esencial en el proceso de creación de productos. Hay mucho trabajo que hacer para conseguir colocar un producto en la estantería del supermercado, aunque no lo veamos como consumidores. Y lo peor de todo es que no sabemos si las compañías que fabrican esos artículos ofrecen condiciones decentes a sus trabajadores, causan contaminación o incluyen aditivos que puedan suponer un riesgo para nosotros y nuestras familias.
Una camiseta de algodón puede ser denominada “verde” porque no se han usado pesticidas ni fertilizantes químicos para producir ese algodón. Ese es el lado positivo, sin duda, pero si miramos a todo el ciclo de producción de esa camiseta, podemos descubrir que las fibras del algodón orgánico son más cortas que las demás, así que hay que producir más cantidad de algodón para cada camiseta. El algodón se cultiva principalmente en regiones áridas del planeta, y requiere abundante agua, así que se ha gastado mucha agua en la producción de esa prenda.
Además, si es una camiseta de colores, debemos tener en cuenta que los colorantes de la ropa suelen ser cancerígenos. Cuando consideramos todos esos ángulos, podemos concluir que por cambiar un solo factor de los mil involucrados, dejando igual los otros 999, no estamos comprando un producto realmente ecológico.
Hacer consideraciones tan informadas sobre cada producto que compramos es virtualmente imposible. La sola idea es mareante para cualquiera. A la mayoría nos gustaría tomar decisiones informadas, premiando a las compañías cuyos procesos aprobamos y castigando a las que realicen malas prácticas. Sin embargo, no se le puede pedir a la gente que invierta horas y horas buscando información en la web sobre los efectos sanitarios, sociales y medioambientales de cada uno de los artículos que compra.
Piensa en pequeño
Si estás interesado en aprender más cosas sobre el origen de los productos que consumes, haz pequeños cambios en tus decisiones y vete avanzando poco a poco. No tiene sentido pensar que vas a librarte de golpe de todos los «productos malos» y reemplazarlos con «productos buenos». Para empezar, escoge un producto por el cual sientas curiosidad y comprueba lo que dicen de él las asociaciones de consumidores y los grupos ecologistas. Según los resultados que obtengas, considera si hay algún producto alternativo mejor por el que puedas sustituir el anterior. Muchas veces los mejores productos no son los más caros, lo cual es un incentivo más. De hecho, yo he cambiado lentamente los artículos de alimentación que consumo por otros más ecológicos y, aunque a veces me he encontrado con que he tenido que comprar más caro, en muchas ocasiones me ha ocurrido lo contrario.
¿Tienes alguna página que recomendar para hacer comparaciones de productos? ¿Qué herramientas utilizas para saber más de los productos que consumes?
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