Paul Krugman desató el pánico hace unas semanas en su blog con una entrada titulada “El ocaso del euro”. En su artículo semanal el premio Nobel de Economía vaticinaba la salida de Grecia de la moneda única y una fuga masiva de depósitos de los bancos españoles e italianos así como el establecimiento de controles a posteriori para limitar la retira de dinero. Estas palabras hicieron saltar las alarmas en la ciudadanía y obligaron al Gobierno al salir al paso con una rotunda declaración del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro: “en España es imposible que haya un corralito”
Un corralito es el mecanismo administrativo por el cual un gobierno restringe la retirada en efectivo de los bancos a una cantidad determinada hasta nuevo aviso. Sin embargo el corralito no conlleva la limitación en el pago con tarjeta y las transferencias, ya que estás siguen siendo validas. Lo normal al final del llamado corralito es que se produzca el cambio de una moneda en una divisa distinta de manera automática, y por lo tanto al valor que unilateralmente decida el Gobierno.
¿Es un escenario posible? Pues todos los analistas coinciden en lo mismo: pensar en un corralito es un escenario absurdo. Para que esto tiene que darse en primer lugar un movimiento masivo de clientes, que llevador por el pánico decidan sacar su dinero y es algo que en nuestro país no ha pasado y ya hay bancos intervenidos. Además, existen mecanismos preparados para reducir el riesgo que pueda suponer una próxima salida del euro de Grecia. A esto hay que sumar que el Tesoro español se sigue n en los mercados aunque a precios más caros. También tranquila la última reforma financiera del gobierno que obligará a los bancos a contar con un mayor colchón de provisiones frente a sus préstamos al ‘ladrillo’, tanto buenos como de riesgo. Las entidades que no puedan hacerlo en solitario recibirán ayudas públicas.
Si el Gobierno crea un ‘corralito’, desataría el caos en la banca española y, por extensión, en Europa. Prohibir la retirada de dinero de una entidad contagiaría la desconfianza al resto, y el sistema financiero se hundiría, como ocurrió en Argentina.
Precisamente esta es una de las cosas que se aprendió con la bancarrota de Lehman Brothers. El Gobierno estadounidense dejó quebrar al banco de septiembre de 2011, lo que desató el pánico. Dos días después enmendó el error y salvó a la aseguradora financiera AIG.
¿De donde viene el corralito?
La expresión “corralito” fue acuñada en Argentina en 2001 por el Antonio Laje. Tras años de inflación a cuatro dígitos, Argentina puso en marcha el Plan de Convertibilidad en 1991 para referenciar el peso argentino al dólar, lo que ayudó al país a experimentar el mayor crecimiento de la región en los noventa. Esa fue la cara positiva de la medida. La negativa vino de que ese Plan estuvo acompañado según el FMI de una política fiscal débil, la creciente sobrevaloración de la moneda y una insuficiente flexibilidad interna.
Esto llevó a que Argentina se endeudara por falta de disciplina a nivel provincial y la excesiva dimensión de su sector público, cuya remuneración media sobre el sector privado se disparó del 25% al 45% entre 1994 y 1998. A diferencia de los países industrializados, Argentina tenía menos capacidad de recaudación y gran parte de su deuda estaba en divisas extranjeras. Vinculada su moneda al dólar, el Gobierno tuvo dificultades para financiarse y su deuda se disparó del 50% al 130% del PIB entre 2000 y 2001. En junio de 2001 se pidió ayuda al FMI, que exigió a cambio austeridad al gobierno de Fernando de la Rua.y le guió en la puesta en marcha de nuevas reformas, al mismo tiempo que pidió que pusiera fin al Plan de Convertibilidad, algo que no se cumplió.
La desconfianza provocó la fuga masiva de capitales de la banca argentina. Por ello, De la Rúa decretó en diciembre el “corralito”, limitando a 250 pesos por semana la retirada de dinero en una época con menos medios telemáticos que hoy. El “corralito” y la inacción empobrecieron a Argentina. Según los datos del FMI, sólo en el primer trimestre de 2002 cayó el PIB un 15% interanual y la inflación se disparó un 30%. Más tarde serían tres dígitos.
De esta situación sacamos una diferencia clara con España. Lo primero que hizo aquel país fue suspender pagos. Además, tenía su moneda ligada al tipo de cambio del dólar y sus distintos gobiernos no atacaron su alto endeudamiento público.