Si las próximas elecciones generales del 20 de noviembre ya se presentaban como una cita apasionante por la tremenda ventaja que lleva el Partido Popular y por lo gran fajador que es Rubalcaba, el candidato del PSOE, el asunto va cobrando cada vez más temperatura a medida que se acerca la fecha con la aparición de las primeras ideas que ambos tienen previsto plasmar en el programa electoral.
Por un lado, el PSOE lleva varias semanas anunciando su intención de promover el alquiler como método de resolución de la crisis inmobiliaria. Con ello se conseguiría liberar el ingente stock de viviendas vacías sin vender que pueblan toda la geografía española a lo largo y ancho de la misma.
Por otro lado, el PP ha empezado a anunciar ya en público su intención de recuperar la desgravación fiscal por compra de vivienda para todo el mundo, no sólo para aquellas familias con rentas por debajo de los 24.000 euros brutos anuales como fijó la última modificación legislativa de este pasado 1 de enero de 2011. Con ello, el PP intenta dinamizar la demanda interna generando un mayor volumen de compraventa de viviendas y, con ello, haciendo crecer la economía.
Sin duda, ambas ideas son loables y tienen su parte de interés económico, pero ambas cojean claramente. La propuesta del PSOE de intentar promover el alquiler se ha demostrado totalmente ineficaz, porque algo parecido se ha venido ejerciendo en los últimos años sin ningún éxito, en parte por la falta de dotación económica para el proyecto y en parte por la cultura de compra que sigue imperando en la cultura del ciudadano español.
En cuanto a la propuesta del PP, todos los analistas inmobiliarios están de acuerdo en que sería una medida acertada, aunque debería de ser necesariamente limitada en el tiempo, y de eso el PP no ha dicho nada. Si se dejara que la desgravación fiscal por compra de vivienda se extendiera indefinidamente estaríamos condenados a una nueva burbuja inmobiliaria y ello redundaría en la actual crisis financiera.
Sí se trata, sin embargo, de dos medidas totalmente antagónicas que marcan la ideología y las intenciones de cada uno de los partidos de manera clara y notoria.