Cada vez más formas de comercio se desarrollan en base a proporcionar productos a los consumidores de forma gratuita. En realidad, es difícil superar el reclamo que supone la palabra «gratis» a ojos del consumidor.
Mucha gente parece dar por sentado que un producto gratuito es una ganga excepcional. Hay montones de páginas que recopilan enlaces hacia productos gratuitos -muestras y cosas por el estilo. Hay montones de contenido gratis en la red -no tienes que pagar ni un céntimo por leer Comparativa de Bancos o prácticamente cualquier otro blog online, y la mayoría de los medios de comunicación tienen páginas con un montón de contenido gratuito.
Yo no percibo esto como una ganga. Por el contrario, es otro tipo de valor el que se intercambia -el consumidor paga un coste, pero no sale directamente de su bolsillo.
Fíjate, por ejemplo, en las muestras que dan en las perfumerías. Las dan para tentarte y lograr que compres de forma impulsiva. Los productos de los que se dan muestras muchas veces dejan un buen margen de beneficio para la tienda, así que no solamente estás comprando algo que no tenías pensado, y puede que incluso ni quieras o necesites, sino que además el precio es alto. «Bueno, no pienso comprarlo…» Si eso fuera verdad, sería económicamente absurdo dar muestras gratuitas, e iría contra los intereses de las tiendas y de los fabricantes. Las muestras son gratis, pero dan resultado a la hora de motivar la compra impulsiva incluso con altos precios.
¿Qué hay de los productos de regalo? Rellena un formulario y conseguirás productos gratis, ¿no? O participar en un sorteo gratis. Claro, y también conseguirás un buzón lleno de propaganda, cupones para productos, llamadas ofreciéndote todo tipo de artículos y servicios que nunca has solicitado y, en general, recordatorios constantes de que compres este o aquel producto. Puede que hayas conseguido algún artículo gratis, pero has tenido que ceder espacio mental. Las compañías que hacen esto tienen enormes presupuestos publicitarios, y los consiguen con una gran diferencia entre el valor del producto que ofertan y lo que tú pagas por él.
¿Qué hay de las clínicas dentales? En algunas te dan cepillos de dientes gratis, o pasta de dientes. ¿Qué puede tener eso de malo? La razón por la que un negocio da gratis un producto es para promover un consumo repetido del mismo, y sus márgenes de beneficio son lo suficientemente grandes como para poder promocionarse regalando artículos. Tu dentista te da un cepillo de dientes (o una limpieza gratis) porque es un recordatorio de tu consulta y sutilmente te anima a volver. Los fabricantes de cepillos de dientes dan (o venden a un precio muy bajo) dichos cepillos a los dentistas porque así posicionan su marca y la introducen en tu casa. Una vez más, pagas el precio de acostumbraste a ese producto en particular.
Este blog es otro ejemplo. Puedes leer en él artículos sin ningún coste. Sin embargo, la página se mantiene gracias a la publicidad. Las compañías pagan por tener sus anuncios colocados en páginas gratuitas con el convencimiento de que, una de dos, harás clic en su enlace o, por lo menos, su nombre y su imagen se quedarán en tu mente. Sin ellos, muchas páginas en Internet no funcionarían. En cierto modo «pagas» el coste viendo sus pequeños anuncios. Ocurre lo mismo con la televisión en abierto, la radio, etc.
Las muestras gratuitas o los productos gratis no son malos de por sí. Yo misma tengo un calendario gratuito en la pared y muchas veces uso bolígrafos gratuitos de hoteles, marcas de bebida, seguros… Los productos gratis pueden ser lo suficientemente útiles como para que no importen sus inconvenientes. Estoy segura de que los lectores de este blog, o de nuestro proveedor de contenidos thesimpledollar.com, estarán de acuerdo.
Pero es importante darse cuenta de que un producto gratuito en realidad no es gratis. Siempre intercambias algo por él -anuncios en áreas visibles (como ocurre con los bolígrafos de regalo), familiaridad con el producto o precios excesivos.