Conversando con un amigo frente a un café acerca de, cómo no, la Crisis que nos asola, nos enfrascamos en una discusión sobre las mejores formas de ahorrar dinero.
Básicamente él exponía que era mejor para el consumidor medio dedicar una hora de su tiempo a conseguir renegociar su hipoteca, o cualquier otra deuda de gran calado para conseguir bajar los intereses y los pagos que este tipo de préstamos generan, que invertir esa misma hora intentando reducir la factura del teléfono, de Internet, etc. En resumen, centrarse en las mayores deudas y no perder el tiempo buscando formas de «racanear» con los pequeños gastos.
No voy a decir que no esté de acuerdo con su punto de vista, pero el mío consiste más bien en dedicarle dos horas a ambas cuestiones. Ya sé que la contención del gasto en la factura del teléfono, incluyendo un cambio de operador o el estudio de diferentes planes, no podrá compararse nunca con una reducción en los intereses de la hipoteca o del coche, pero si se pueden ahorrar 100 € al año en ese concepto, bienvenidos sean y bien empleado estará el tiempo invertido en buscarles las vueltas a las compañías telefónicas.
La resolución de enfocar nuestros esfuerzos hacia las deudas que generan un mayor impacto en nuestra economía y darles prioridad es bastante obvia. Y es un magnífico punto de partida para poner nuestras finanzas en orden. Pero si sólo te ocupas de las deudas con el banco, estarás perdiendo muchas oportunidades de ahorro que también merecen la pena.
Creo que este “desafío” nos puede revelar cosas muy interesantes acerca de la economía personal de cada uno.
Hay un primer grupo de personas que sólo les preocupa “la hipoteca.” Lo único en lo que están interesados es en cambiar aquellas cosas que les puedan generar un sustancioso beneficio financiero, directo y claramente perceptible. Para este grupo, ir al banco a renegociar la hipoteca, o a conseguir una reducción de los intereses de su tarjeta de crédito si con ello pueden reducir en 50 € o más sus gastos mensuales, es algo completamente lógico. Sin embargo, cambiar una bombilla para ahorrar 5 céntimos al mes no merece la pena.
Hay otro grupo al que podríamos denominar de “austeridad extrema.” Son personas que llevan, por ejemplo, cupones de descuento cuando hacen la compra. Este tipo de gente invertirá gustosamente tiempo y esfuerzo en ahorrar uno o dos euros al mes. Son consumidores francamente interesantes, pero su estrategia no es aplicable a todo el mundo.
Yo creo que la gente va pasando por distintas fases a la hora de recobrar su solvencia financiera. Primero vuelcan sus esfuerzos en “la hipoteca”, es decir, en reducir los grandes gastos. Hacen un presupuesto, renegocian sus deudas, intentan conseguir una bajada en los intereses de sus deudas, eliminan algunas facturas mensuales de las que pueden prescindir. Para algunos, con esto es suficiente. Estos pasos ponen su economía otra vez bajo control, y se paran en este punto, pensando que ir más allá es innecesario y constituye un cambio excesivo en su estilo de vida.
Para otros, los ahorros conseguidos con estos primeros pasos son un estímulo a la hora de buscar otras reducciones del gasto, aunque sean cada vez más modestas. Buscar estrategias para ahorra más se convierte en una especie de «desafío». Reevalúan sus gastos con mucho detenimiento y van reduciendo o incluso suprimiendo todo lo que consideran superfluo. Empiezan a hacer listas para ir a la compra, usan los cupones de descuento, e incluso cambian las bombillas por otras de bajo consumo.
Finalmente, la mayoría encontrará un punto de equilibrio entre su deseo de ahorrar y el de vivir su vida como les apetece. Para ciertas personas, usar cupones les parecerá llevar las cosas demasiado lejos; otros opinarán que es una idea estupenda.
Es en este punto cuando la economía personal comienza a mejorar y las cuentas dejan de generar números rojos cada vez más abultados para entrar en la senda de la recuperación. Llegar a fin de mes ya no cuesta tanto y algunos incluso comenzarán a plantearse invertir sus ahorros.
Como se puede ver, no existe una fórmula única para todo el mundo que lleve al éxito financiero, pero hay ciertos pasos generales que la mayoría compartimos. El “desafío”, desde mi punto de vista, consiste en encontrar el camino por uno mismo. ¿Hasta dónde quieres llegar siguiendo la senda de la austeridad? ¿Cuáles son tus sueños?
Ese es el auténtico “desafío”.