Me hace gracia encontrarme con gente que está convencida de que la publicidad no tiene ningún efecto sobre ellos. La publicidad nos afecta a todos. Es más, apostaría a que muchos de los que se creen inmunes son, en realidad, los más afectados.
¿Hasta dónde puede llegar el poder del marketing? El autor de “Inteligencia Intuitiva”, Malcolm Gladwell, describe cómo el paquete de los productos puede afectar a las percepciones del consumidor. Narra una prueba hecha con la bebida 7-Up, en la que se probaron distintos tonos en el envase. Descubrieron que si añadían un 15% más de amarillo al verde del paquete, la gente afirmaba encontrarle un mayor gusto a lima o limón a la bebida (cuando esta era exactamente la misma).
En otras palabras, el sabor de un producto no se ve afectado sólo por sus ingredientes, ¡sino también por el paquete! La publicidad y el marketing nos afectan de muchas formas sutiles, y el marketing que se hace en el propio punto de venta (colocación del producto, muestras gratuitas, cartelería, etc) puede ser tan poderoso como cualquier otro.
Para entender cómo el empaquetado de los productos tiene impacto en la vida real, pongamos el reciente caso de la marca de zumos Tropicana en EEUU. Hace pocos meses la empresa retiró del mercado su nuevo empaquetado de cítricos para volver al antiguo. ¿Por qué? Según parece sus ventas cayeron un 20% en los dos primeros meses del año, coincidiendo con el lanzamiento del nuevo empaquetado, mientras que las ventas de sus competidores aumentaron en ese mismo período. Resulta que el diseño del paquete sí que importa, ya que no se había hecho ningún otro cambio en el producto: ni en cuanto a sabor o composición, ni en cuanto a precio.
Tropicana, por supuesto, negó públicamente cualquier conexión entre el rediseño de su envase y el declive de ventas. Aún así, volvieron al diseño anterior, así que a mí me parece que alguna conexión debieron ver.
Por supuesto, no estoy diciendo que debamos (o podamos) evitar toda influencia del marketing sobre nosotros. Solo digo que debemos ser conscientes de que esa influencia existe y es muy poderosa, y nos afecta – aunque pensemos que no.
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