Para darse a conocer, para llegar a nosotros, las compañías de seguros utilizan muchas estrategias, estrategias perfectamente diseñadas en un plan determinado de marketing, y que se ejecutan en muchas acciones vinculadas a logar los objetivos de ese plan. Muchas de esas acciones tienen carácter publicitario y en muchos casos se articulan mediante la figura del patrocinio, que a la postre es la figura que hoy vamos a ver aquí.
El patrocinio forma parte del presupuesto destinado al departamento de marketing de muchas compañías de seguros, y es que el patrocinio en los últimos años ha adquirido un nivel de penetración y de notoriedad desconocido hasta hace pocos años, el mismo reúne grandes atractivos.
Y uno de los grandes atractivos del patrocinio (sea este del tipo que sea: deportivo, artístico, etc.) es el poder llegar al público objetivo de la compañía de una forma menos invasiva, y normalmente permiten llegar a un público más directamente vinculado o potencialmente interesado en los productos o servicios que la empresa les ofrece. Y es que esto último nos lleva a la gran ventaja del patrocinio para en este caso las compañías de seguros: de asociar estas adecuadamente su imagen (como patrocinadores) a otra imagen (el patrocinado) que represente los valores, el estilo y las formas de la compañía el binomio y la rentabilidad de la estrategia puede resultar insuperable.
Pero intención que si nosotros no somos la empresa y somos consumidores, es decir, si somos potenciales clientes y estamos pensando en contratar un seguro en una determinada compañía, no nos dejamos llevar tan solo por las luces y las lentejuelas. Y es que está (y puede estar) muy bien que la compañía de seguros que es de nuestro interés reúna características afines a nosotros, y está bien que nos resulte simpática porque se asocia a marcas o símbolos que nos resultan simpáticos, pero de eso a tomar decisiones poco objetivas del producto a contratar en sí mismo, porque nos fijamos más en la imagen, media un trecho.