Un tipo de presupuesto muy simple y popular es el de los porcentajes, también conocido como la fórmula del equilibrio. Se basa en designar porcentajes de nuestros ingresos mensuales a un destino específico.
- El 50% estaría destinado a los gastos obligatorios: la hipoteca o el alquiler, la comida, el gas, la luz, el agua, el transporte, los seguros, etc.
- El 30% iría a cubrir los gastos no necesarios y las cosas que hacemos o compramos simplemente para disfrutar de la vida.
- El 20% restante lo destinaríamos a pagar deudas, si las tenemos, y al ahorro.
Parece un plan simple, pero si lo analizamos algo más en profundidad descubriremos que tiene sus problemas. Uno de ellos sería la tendencia de la mayoría de las personas a incluir en los gastos obligatorios (necesarios) cosas que realmente no lo son. Veamos un ejemplo:
Si los ingresos de tu hogar son de 30.000 € anuales y 600 van a la hipoteca, 350 al coche, 700 en comida, 200 en gas, 100 en electricidad y otros 200 en productos varios, esto suma 25.800 € al año.
En términos de porcentajes, el presupuesto quedaría como sigue:
- El 86% del dinero iría a gastos obligatorios.
- El 14% en disfrutar de la vida.
- El 0% en ahorro o pago de deudas.
En otras palabras, el principal problema de un presupuesto tan rígido como este es que no trabaja igual de bien en todos los niveles de renta, siendo los peor parados los niveles bajos. Los ingresos de muchas parejas jóvenes pueden parecerse a la situación que acabamos de describir de forma hipotética.
Por lo tanto, la solución parece muy fácil sobre el papel, pero es muy difícil de ponerla en práctica; hay que eliminar gastos necesarios. ¿Cómo hacerlo? La única solución es aplicar tácticas de frugalidad, reduciendo los gastos en ropa, energía, coche, etc.
Sin embargo, llega un momento en que la frugalidad ya no nos permite ir más allá – solo podemos recortar hasta cierto punto. ¿Cuál es el siguiente paso? Cambiar de domicilio de forma que nos salga más barato. Vender el coche. En la vida real, la gente se ve muchas veces abocada a dar estos pasos.
En realidad cada presupuesto, incluso el más sencillo, está profundamente relacionado con las experiencias y circunstancias personales de quien lo ha creado y, por ello, es imposible que pueda aplicarse a todo el mundo. Aplicar presupuestos de otros sin evaluar nuestra situación específica rara vez funciona. Necesitas confeccionar tu propio presupuesto.
La forma más directa de hacerlo es llevar la cuenta de cada céntimo gastado al mes, colocando cada factura en grupos que tengan sentido para nosotros. Después, mirar el total en cada categoría – así como las partes de las que se compone – y preguntarnos, “¿cuánto gasto puedo recortar sin que sea demasiado doloroso?” Este proceso puede repetirse una y otra vez hasta que los cambios se produzcan de forma natural.
Un presupuesto exitoso no se logra siguiendo al pie de la letra las recetas de otros. Se basa en comprender nuestra situación real y descubrir qué elementos podemos cambiar para mejorar.
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