Lamentablemente en estos últimos tiempos estamos viviendo un auge en los robos, en los asaltos a las joyerías. Esta realidad absolutamente detestable y que se debe combatir con todos los mecanismos al alcance de un estado de derecho, bien sirve para hablar del concepto riesgo y de como puede perjudicarnos enormemente.
Como ya se ha comentado en este mismo lugar en otras ocasiones, un seguro no es nada más que un bien material o inmaterial (patrimonial, personal, o del tipo que sea) que una persona desea asegurar para que en caso de percance el daño sufrido sea el menor posible, pues gracias al seguro será resarcido total o parcialmente del mismo, y si bien eso no quitará el daño recibido, si que paliará sus efectos negativos.
Por el otro lado esta el asegurado, que es la entidad que se aviene a asegurar ese bien, a cambio de que el interesado abone una prima (comúnmente periódica). Lógicamente la gracia está en que el cliente abone una prima X y que la aseguradora de todos los clientes que tiene solo una pequeña parte deba recurrir a percibir o solicitar las prestaciones o coberturas por siniestro, en esa balanza se mide el riesgo de una póliza, y es la que determinará la prima resultante.
Y eso aplicado al caso concreto que se mencionaba de las joyerías lo que está provocando es que al aumentar el riesgo (mayor número de asaltos, y por ende mayor número de siniestros) por lo que la compañía a la renovación de las pólizas se vea empujada a aumentar las primas. Lo que a su vez perjudica a los clientes, especialmente a las pequeñas joyerías que pueden verse con dificultades de abonar cada vez primas más elevadas.
Dicho esto, solo nos queda mencionar que si esto lo aplicásemos al ámbito particular, y concretamente al ámbito de los seguros del hogar, nos encontraríamos que a mayor riesgo de sufrir daños la vivienda donde residamos, más nos aumentará el coste del seguro que vayamos a contratar.