El impulso de compra es el punto débil de muchos presupuestos. Puedes tener un buen control de tu dinero la mayoría del tiempo, pero una vez que has abierto la cartera para hacer una compra, es bastante fácil seguir gastando.
Mucha gente experimenta este tipo de impulsos de compra durante épocas de estrés o de transición: cuando están de viaje, cuando tienen una crisis en casa o en el trabajo, cuando están experimentando un gran cambio en sus vidas, como por ejemplo una mudanza o tener un hijo, etc. Esos son los momentos en los que tenemos mayor propensión a hacer gastos inusuales, como si algo en nuestro cerebro nos dijera que es el momento de gastar más.
Impulso de compra
Aunque suene casi como una locura, este fenómeno psicológico ha sido estudiado por las empresas, y en esos estudios han llegado a la conclusión de que cuando una persona ya ha comprado un producto, es más susceptible a seguir comprando otros. Es como si el consumidor “rompiera el hielo” con esa primera compra.
Esencialmente, la decisión de compra se toma siempre siguiendo dos pasos, ya sea para comprar una casa o un cepillo de dientes: primero escogemos y luego compramos.
Durante el primer paso valoramos nuestras opciones y consideramos cuál es la mejor elección que podemos hacer. Una vez que la decisión está tomada, nuestro cerebro pasa a la fase de compra. En esa fase es cuando es más fácil seguir comprando. Nuestro “cerebro comprador” no se para a valorar cuidadosamente las alternativas de cada producto o servicio que adquirimos; se limita a ponerlos en el carrito y seguir adelante.
El impulso de compra en la vida real
Durante estas vacaciones me he preocupado bastante de cómo iba a manejar mis gastos, pero al final las cosas han ido bien. Es ahora que se acerca septiembre cuando mis gastos pueden dispararse:
- Por supuesto, necesitaré algo de ropa nueva para el invierno y un nuevo par de zapatos.
- Tengo que completar la matrícula en la UNED y pagarla.
- Tengo que hacer reformas en un piso que tengo para alquilar.
- Debería cambiar mi silla de trabajo por otra de mejor calidad para evitar dolores de espalda.
- Necesito urgentemente pasar por la peluquería.
- Tengo que concertar una cita con mi médico (privado), porque me toca una revisión.
Así que de repente me encuentro con unos gastos que probablemente se lleven un buen porcentaje del dinero que he conseguido ahorrar este verano. Son necesidades reales, por supuesto, pero una vez que empiezas a gastar dinero, las compras empiezan a apilarse: necesito reponer mi maquillaje, comprar junto con mi novio una nueva televisión plana y…
Lo que de verdad necesito, sobre todo, es pararme un momento a pensar en lo que realmente es urgente y en lo que puedo aplazar.
El simple hecho de que ahora esté con el estrés de los exámenes de septiembre y los múltiples gastos que va a suponer este mes, no significa que tenga que gastarme un montón de dinero. Es probable que solo necesite un par de artículos de ropa y que los zapatos puedan esperar perfectamente hasta las rebajas.
El momento de parar de comprar
¿Cómo frenar el impulso de compra cuando ya estamos metidos de lleno en él? El primer paso, por supuesto, es darnos cuenta de lo que está pasando. Para hacerlo, tenemos que disponer de algún tipo de alerta mental que nos avise de que prestemos atención a ciertos gastos inusuales. Hay muchas razones válidas para que hagamos ese tipo de gastos en ciertos momentos, y en ese caso no tienen nada de malo. El truco está en notar lo que está pasando para no entrar por accidente en un estado mental “de compra” que nos destruya el presupuesto.
Si no eres capaz de seguir mentalmente tus patrones de gasto, puedes hacerte con algún tipo de ayuda electrónica que te avise de que te estás pasando. Por ejemplo, mi tarjeta de débito me manda un mensaje al móvil cada vez que sobrepaso los 60 euros en una compra. Doy fe de que es un sistema bastante eficaz tener algún tipo de gadget que nos advierta del problema.
También ayuda que sepamos cuándo tenemos tendencia a gastar más: de viaje, con nuestros amigos, con nuestra familia… Descubre qué es lo que pone tu cerebro en disposición de compra y serás capaz de darte cuenta antes y apretar el freno.
Otra fórmula para que nos paremos en que nos hagamos preguntas en cada compra:
- ¿De verdad quiero esto?
- ¿Lo voy a usar o a disfrutar?
- ¿Puedo conseguirlo de otra forma más barata?
- ¿Puede esperar esta compra?
Muchas veces, ni siquiera las compras más razonables son tan urgentes. Si estás tratando de controlar y/o disminuir tus gastos, intenta seguir la regla de los 30 días. Si ves un producto que quieres pero puedes aplazar su compra, ponlo en una lista en lugar de adquirirlo de inmediato. Espera 30 días. Si todavía quieres tenerlo treinta días después, es el momento de empezar a considerar su compra. Te sorprenderá la cantidad de productos que podrás tachar de la lista sin haberlos llegado a comprar.
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