Ya he escrito alguna vez sobre mi obsesión con los gadgets electrónicos y los libros de todo tipo, y cómo me han costado bastante dinero a lo largo de los años. En algunos casos esos gastos tenían bastante poca justificación.
Muchas veces compraba con el objetivo de perseguir un sueño, y por alguna razón esperaba que mi nuevo equipamiento me hiciera, en cierta forma, mejor. Si compraba una cámara nueva, esperaba convertirme en una gran fotógrafa. Si compraba unos cuantos libros para aprender japonés, esperaba ser capaz de hablarlo en relativamente poco tiempo. (Han pasado años y sigo sin hablarlo).
Puede que una de mis peores elecciones fuera invertir dinero durante los 90 en un curso para convertirme en programadora. Como os podréis imaginar, a pesar de gastarme una buena cantidad de pesetas (aaaah, cómo pasa el tiempo) en discos y fascículos, no conseguí grandes progresos en esa área.
En resumen, parece mentira la cantidad de cosas que podemos acumular con la idea de que nos convertirán en otra persona, o más bien en una persona mejor, más preparada, más exitosa. Libros de arte, manuales de mecanografía, libros de ajedrez, de astronomía (sí, el telescopio también), pesas para aeróbic…, la lista parece interminable.
No es que esté en contra de tener grandes sueños, ni mucho menos. Al contrario, me parece estupendo encontrar la motivación necesaria para alcanzar el éxito o, por lo menos, intentarlo. Pero es necesario que gastemos nuestro dinero con inteligencia. Si aprendemos lo suficiente sobre astronomía, entonces será el momento de comprar un telescopio. Si aprendemos a cocinar, tendrá sentido que equipemos nuestra cocina hasta el último detalle. Es decir, no es un gasto inteligente comprarnos ropa una par de tallas más pequeñas pensando que así nos motivaremos para perder peso. Dicho de otra forma, tenemos que comprar las cosas según las vayamos necesitando, no comprarlas con la expectativa de que las vamos a necesitar.
A pesar de todos mis gadgets, y de que muchos de ellos son útiles, para escribir solo necesito lápiz y papel, no el último modelo de ordenador en combinación con el más avanzado procesador de textos. En realidad, es la práctica lo que nos hace mejores en las cosas que nos gustan o que deseamos hacer, no el equipamiento.
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