De pequeños nos decían que debíamos de hacer caso a lo que nos decían y que hacer caso era la mejor forma de evitarnos problemas. Muy a pesar de poner en contra a las asociaciones de madres y padres, decir que un punto de rebeldía siempre viene a ser positivo, pero en definitiva este no es un lugar de análisis de relaciones filiales, ni paternales, ni maternales ni nada por el estilo, y en consecuencia no es de menester entrar en ese tema. Lo que si es de menester ya bromas a parte es entrar en el tema de que una vez de mayores también puede ser útil esta recomendación que nos daban nuestros padres y madres: sobre todo si somos asegurados en algún seguro.
Y es que disponer de un seguro, sufrir un siniestro que por él este cubierto y actuar por nuestra cuenta (exceptuando en los casos donde el reembolso esta garantizado actuemos donde actuemos) es el camino más corto para que cometamos un error y la compañía se acoja a ello para no cubrirnos por ese siniestro. Al contrario, disponer de un seguro, sufrir un siniestro y contactar con la compañía para que nos diga como debemos proceder es el camino más corto para una resolución pronta y satisfactoria de la situación.
Obviamente eso no quiere decir que si nuestro coche vuelca en medio de la carretera debamos llamar antes de salir del vehículo ni nada o dejar el vehículo en medio de la carretera, o que si nos está dando un infarto no llamemos a una ambulancia o pidamos ayuda a quien sea esperando que el seguro nos diga que tenemos que hacer y que por culpa de ello traspasemos al otro mundo. No se trata de ello, de lo que se trata es de que una vez nuestras (y las de los demás) necesidades vitales cubiertas, contactemos lo antes posible para que nos indiquen los procedimientos a seguir.