El momento de la formalización de una hipoteca es uno de los instantes de mayor incertidumbre en la vida de una persona. Se trata de una decisión de inversión personal para un número elevado de años, sin un gran fondo de seguridad monetaria y con poca claridad en cuanto a la financiación de las cuotas.
Por ese motivo, las hipotecas de interés fijo son una alternativa extendida entre aquellas personas que prefieren la seguridad a la rentabilidad económica, o que, simplemente padecen aversión al riesgo.
Las hipotecas de interés fijo se caracterizan porque mantienen el mismo tipo de interés durante toda la vida de la hipoteca, es decir que el interés mensual a abonar por el contratante es invariable, pagando cada mes el mismo porcentaje, independientemente de cómo se comporte el mercado.
La gran ventaja de este tipo de hipotecas radica en que si los tipos de interés del mercado sufren un incremento, el tipo de interés del préstamo hipotecario se mantiene invariable, con lo que el beneficio para el cliente es elevado.
Sin embargo, esta misma ventaja se puede tornar en inconveniente si los tipos de interés del mercado se vieran modificados en la dirección contraria, es decir, si se sufre un decremento de esos tipos de interés, el cliente no será beneficiado por ello y obtendrá una desventaja relativa con respecto al mercado.
Por otro lado, las hipotecas de interés fijo se diferencian, además, de las de interés variable en que los plazos de amortización son menores, rondando los doce años en contraposición con los veinticinco años de las segundas.
En último lugar, cabe destacar que tanto la cancelación parcial como la total son más caras, debido a que las entidades financieras cobran una comisión mayor en las hipotecas de interés fijo, porque la Ley no marca una comisión máxima para este tipo de operaciones, como si ocurre en las hipotecas de interés variable.
En resumen, las hipotecas de interés fijo ofrecen un blindaje absoluto al riesgo, permitiendo al cliente conocer desde un primer momento el tipo de interés que pagará durante todos los años de amortización, aunque, por otro lado, adolece de una rentabilidad menor, debido a unos gastos más elevados por culpa de las comisiones cobradas por parte de las entidades de crédito.