Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), a finales del 2004 un 40% de los jóvenes españoles de 20 a 30 años vivían todavía con sus padres. Una cifra demasiado importante para que los expertos en marketing de las entidades financieras la dejaran escapar.
Los jóvenes españoles se han convertido, por tanto, en un segmento de mercado realmente beneficioso para los bancos y cajas a la hora de ofertar sus productos hipotecarios, y para captar ese negocio han lanzado lo que se ha dado en llamar de manera genérica, las HIPOTECAS PARA JÓVENES.
Tres son las características generales que presentan este tipo de hipotecas:
- Poseen un plazo de amortización más largo que las hipotecas normales.
- Poseen períodos de carencia.
- Ofrecen facilidades para renovar financiación.
Los plazos de amortización de las hipotecas para jóvenes suelen rondar los 35 años, pudiendo incluso llegar hasta los 40 años. Esto, que es una ventaja inicial para los jóvenes al tener que pagar menor cuota mensual, puede convertirse en un lastre a lo largo de los años.
Los períodos de carencia, no son más que períodos de tiempo en los que la cuota que se abona consta tan sólo de intereses, sin amortizar capital. Se trata, sin duda, de una ayuda ante situaciones especiales en las que la economía, casi siempre inestable en los jóvenes, se encuentra en horas bajas. Sin embargo, algunas entidades financieras están comenzando a disfrazar estos períodos de carencia a través de promociones especiales, en las que ofrecen pagar menor cuota al principio de la amortización, sin explicitar que se trata de un período de carencia.
Una vez adquirida la hipoteca, estas hipotecas para jóvenes suelen incluir cláusulas de nueva financiación, como puede ser la figura del crédito abierto (después de amortizar una cantidad del préstamo, se puede volver a disponer del dinero), o la 2ª hipoteca, figura común en países anglosajones, y que no es más que hipotecar un bien sobre el que figura ya una hipoteca previa.
Por tanto, las hipotecas para jóvenes ofrecen unas ventajas inapelables, como son el mayor plazo de amortización, los períodos de carencia, o la posibilidad de segunda financiación, pero tampoco es oro todo lo que reluce, y detrás de condiciones muy beneficiosas puede haber problemas no visibles a simple vista.