Gracias al cierre casi absoluto del grifo crediticio que llevan realizando las entidades financieras durante estos últimos años, han empezado a proliferar entidades de intermediación que se dedican a ofrecer hipotecas urgentes a sus clientes, del mismo modo que antes de la crisis se ofrecían los créditos express.
Estas hipotecas urgentes permiten que personas sin un buen estado financiero puedan acceder a grandes cantidades de dinero, para las que están vetados en el procedimiento habitual, pero, ¿es oro todo lo que reluce?
Las hipotecas urgentes son un buen producto si caen en manos de personas adecuadas, es decir, se trata de un producto financiero que cubre una necesidad no cubierta del mercado, como es la de aquellas personas con suficientes ingresos, pero no lo suficientemente justificables como para que una entidad tradicional pueda llegar a conceder el préstamo.
Sin embargo, el problema comienza a aparecer cuando entran en el juego de este tipo de hipotecas aquellas personas ya endeudadas, y que no tienen ingresos para poder hacer frente a los pagos.
Porque las hipotecas urgentes son concedidas con requisitos más laxos y casi sin ninguna restricción, eliminando, también, todos los trámites burocráticos, por lo que el consumidor puede llegar a tener su dinero en apenas una semana.
A cambio tendrá que pagar un tipo de interés más elevado y se verá perjudicado en todas las comisiones que implica el préstamo, en especial, en lo que se refiere a los intereses de demora o a posibles incumplimientos de contrato que pueden llevar a la pérdida del piso de manera mucho más rápida que con un banco tradicional.
Es esencial que cuando se negocie con una entidad de préstamos urgentes se haga con la suficiente responsabilidad, leyendo con atención todos y cada uno de los puntos del contrato, y poniendo especial atención a la letra pequeña, que es donde están los trucos con los que salen ganando.
En definitiva, se trata de un producto financiero que demanda el mercado, y como tal es necesario, pero que no es adecuado para todo tipo de consumidores. Sólo aquellos que, efectivamente, estén en disposición de pagar sus deudas pueden confiar en ellas. De otro modo simplemente se estará ahondando en el endeudamiento.