Intentar acertar con los futuros movimientos alcistas o bajistas en los mercados de valores suele ser la una quimera para miles y miles de inversores, cada día de sesión bursátil, en estos tiempos tan interconectados vía internet a lo largo del planeta. Querer aprovechar los poderes o las extraordinarias facultades adivinatorias de algunos personajes más o menos mediáticos puede ser una trampa o engaño, en la que caen a menudo muchos pequeños y medianos inversores por carecer de una adecuada formación financiera.
Para obtener una mejor comprensión y poder ir adquiriendo mayores conocimientos sobre el mundo del dinero y la inversión, hoy desde esta sección de Consejos de Bolsa vamos a relatar a título meramente didáctico un conocido cuento financiero que podemos denominar… “El inversor y el vidente”… y este relato referido a la apuesta inversora en el mercado de valores comienza de la manera siguiente:
“Un pequeño inversor fue informado de la existencia de un vidente que solía acertar en un porcentaje muy elevado de veces sus pronósticos bursátiles. Animado por la posibilidad de ganar un dinero rápido en la Bolsa se dirigió a este individuo y previo pago, le preguntó sobre alguna empresa cotizada que pudiese alcanzar un alto crecimiento en sus próximos ingresos.
El vidente reflexionó y rápidamente le indicó que la empresa “AAA” doblaría sus ingresos en solo tres años. Cuando esto ocurría la citada empresa ingresaba 100 y por el contrario sus gastos eran de 60, por lo que sus beneficios actuales eran de 40. Pasados esos tres años de realizada la inversión, los ingresos había crecido el doble (como indicó el adivino), pero sin embargo sus costes operativos habían crecido 5 veces. El resultado era de 300 de ingresos y 300 de gastos, lo que supuso beneficios “0” y una caída fuerte del valor de sus acciones.
Ante el fiasco de su primera inversión, el inversor novel le volvió a preguntar al famoso adivino sobre una empresa que pudiera doblar sus beneficios en un periodo temporal relativamente corto. El vidente rápidamente le indicó que la empresa “BBB” podría alcanzar ese buen resultado en solo 2 años. El inversor inmediatamente compró acciones de la empresa “BBB”. Pasados dos años, la empresa había adquirido otra entidad llamada “XXX” y por tanto sumados ambos beneficios estos se habían doblado (como indicó el adivino). El problema fue que para esa operación empresarial la empresa matriz “BBB” tuvo que realizar una gran ampliación de capital y el beneficio por acción cayó dos dígitos y con ello, el precio de las acciones que fue corrigiendo de manera brusca hasta niveles muy bajos, con graves perjuicios dinerarios para nuestro inversor.
Tras estos dos anteriores fracasos bursátiles, nuestro pequeño inversor tomó la clara decisión de no apostar ni por el volumen de ingresos, ni el total de beneficios, ahora su objetivo primordial debería ser… “El crecimiento de beneficios por acción”… Realizada la correspondiente consulta al afamado vidente bursátil, este le indicó que sin lugar a dudas, la empresa “CCC” sería capaz de doblar su beneficio por acción en solo tres años. El inversor compró todas las acciones que pudo de la citada empresa que en ese momento cotizaba a 200 euros la acción (alto riesgo), pero sabiendo que el beneficio por acción era de 5 euros. Pasados los tres años, el beneficio por acción se había duplicado hasta los 10 euros (como indicó el adivino). Pero también esto tenía un grave inconveniente financiero y es que en ese momento las acciones de la empresa valían… ¡A solo 100 euros! … (Perdiendo un 50%).
El origen de este desastre inversor fue motivado porque la empresa en tres años pasó de ser una entidad de alto crecimiento y altas expectativas, con un “PER de 40”, a una empresa estable de resultados sólidos y valoraciones de futuro más acordes y con un “PER de 10”, bastante más bajo que al principio y por ello, los nuevos inversores no estaban dispuestos a pagar más de esos 100 euros.
Ante su desesperación y casi ruina financiera nuestro pequeño inversor fue por última vez a reclamar la adivinación de los beneficios futuros, crecimiento de ingresos en la empresa y el futuro PER de la misma, a lo que el afamado adivino le respondió… ¡No puedo acertar dos o tres variables a la vez!
Tras este último batacazo bursátil, el pequeño inversor comprendió que no basta con saber el crecimiento, el beneficio por acción o el PER futuro de una empresa, dado que son muchos más los factores internos y externos que pueden alterar el valor de las acciones cotizadas en Bolsa.
Este tipo de relatos o cuentos financieros siempre nos dejarán la moraleja y enseñanza de que en los mercados de valores nunca existe la rentabilidad garantizada y mucho menos, los altos beneficios asegurados sin asumir un alto riesgo inversor. Sabiendo siempre el terreno que se pisa y las consecuencias positivas o negativas de realizar una apuesta inversora, no estará de más, que nuestros muchos lectores repasen de vez en cuando este artículo, que hoy hemos titulado: “El inversor y el vidente”.
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La frase elegida para este artículo dice así:
Un hombre feliz está demasiado satisfecho con el presente como para obsesionarse demasiado con el futuro.
Albert Einstein