Hay dos cosas que podemos hacer con nuestro dinero: gastarlo o ahorrarlo. Para la mayoría de la gente, el gasto es la primera opción, y la que se lleva la mayor parte del dinero no solo por necesidad en muchos casos sino porque – siendo sinceros – gastar es más divertido. Aún así, todos sabemos que deberíamos ahorrar dinero, y que buena parte de nuestros gastos son el equivalente financiero de comernos un dulce: nos da una efímera sensación de placer sin aportarnos valor real. De hecho, es un placer que puede poner en riesgo nuestro bienestar futuro (y, posiblemente, hacernos engordar).
Muchos expertos han sugerido que el primer paso para reconciliar los ahorros y los gastos es analizar éste último apartado creando un presupuesto. Pero hay algunos problemas con el sistema de presupuestos tradicional:
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Es difícil monitorizar todas las categorías – p.ej., comida, ropa, entretenimiento – y asegurarnos de que gastamos justo lo necesario y no más.
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Lleva tiempo y puede ser un fastidio
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Se centra en los gastos – y lo que es peor, en la reducción del gasto, lo cual puede hacernos sentir agobiados – mientras que los ahorros parecen convertirse en algo secundario.
Yo misma me he dado cuenta de que hacer un presupuesto se hace más cuesta arriba en cuanto las finanzas empiezan a complicarse un poco. Así que una propuesta alternativa a la normal es determinar cuánto dinero queremos ahorrar y, después, gastar el resto – es decir, un presupuesto basado en objetivos de ahorro.
Los beneficios:
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No nos obliga a llevar la cuenta de cada céntimo que gastamos (aunque sí que requiere una supervisión regular y algo de cálculo)
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Tampoco necesita que recordemos cuánto nos podemos permitir gastar en cada categoría. En lugar de eso, llevaremos la cuenta del número importante – cuánto dinero tenemos en el banco – y ajustaremos a él nuestro gasto.
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El dinero se mantiene en cuentas separadas, cada una de las cuales tiene su propósito específico.
Para aquellos que tienen dificultades para gastar (sí, este tipo de personas existen, o más bien, existimos), este tipo de presupuesto les da paz mental al asegurarles que todos sus objetivos fundamentales están cubiertos, por lo que pueden disfrutar de algún gasto.
¿Cómo podemos aplicar este método? Aquí están los pasos a seguir:
Primero: Decide cuánto debes ahorrar
El presupuesto basado en objetivos empieza con – ¡sorpresa! – nuestros objetivos. Una vez que hayamos identificado cuáles son, tenemos que calcular cuánto nos van a costar y cuánto tenemos que ahorrar de forma regular para lograrlos. Esto es algo que requiere una cierta introspección y bastante cálculo para que podamos arrancar.
Segundo: Ajusta lo que sobra
Ahora tenemos que asegurarnos de que nuestros cálculos de ahorro son compatibles con nuestros gastos. Y aquí es donde tener un registro de nuestros gastos pasados nos será útil. Si vemos que necesitamos ahorrar el 40% de nuestros ingresos para conseguir nuestros objetivos, pero gastamos el 80%, no tendremos más remedio que ajustar nuestros gastos, nuestros objetivos, o ambos.
Tercero: Automatiza los ahorros
Establece unas transferencias automáticas a tus distintos objetivos como, por ejemplo, tu plan de pensiones, tu fondo de emergencias, tus ahorros para las vacaciones, tus impuestos, etc.
Esto cubre bastante bien el apartado de los ahorros. Para hacer un seguimiento de nuestros gastos, podemos hacer un análisis anual. Basándonos en ese análisis, tenemos que mantenernos siempre pendientes de gastos de subsistencia para saber si podemos permitirnos ese par de zapatos que nos gusta o un nuevo gadget electrónico.
Cuarto: Monitorizar regularmente y ajustar cuando sea necesario
Este sistema requiere que controlemos nuestra cuenta para gastos una o dos veces a la semana para asegurarnos de que vamos a llegar fin de mes sin excesivos problemas. Si observamos que esa cuenta está por debajo de un nivel aceptable, es un síntoma de que algo no funciona. Podemos estar ante un exceso de gasto o un presupuesto mal hecho. Sea una cosa y otra, es el momento de comprobar los detalles para encontrar el error.
Por el contrario, no es necesario que monitoricemos nuestros objetivos tan a menudo – basta con hacerlo una vez al año – pero también es un paso crucial que nos asegura que tendremos suficiente dinero cuando lo necesitemos.
Al final, como siempre, haz lo que te funcione
Tener planeado a qué destinamos cada euro es probablemente lo ideal desde una perspectiva financiera, pero sabemos que este sistema no funciona con todo el mundo. Un presupuesto basado en objetivos nos brinda otra fórmula para controla nuestras finanzas, pero el mejor presupuesto siempre es el que se adapta a nuestra situación, hábitos y disposición.
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