Los inversores han hecho caso omiso a la victoria del Partido Popular en España y continúan reclamando acciones audaces a los políticos europeos. Un día después de la debacle socialista en las elecciones generales, el diferencial de los bonos españoles se ha acercado a sus niveles más altos desde que comenzó la crisis de deuda, colocándose en un 6,6% antes de cerrar en los 6,55. El interés del bono italiano a 10 años sigue subiendo, y lo mismo ocurre con el portugués, el irlandés y el griego. A los famosos PIIGS les acompañan Holanda, Austria, Finlandia y Francia, con los bonos también en ascenso. De hecho, Moody’s ha amenazado de nuevo al país galo con que probablemente perderá la calificación triple A, y el bono francés se situó casi en el 3,62%. Mientras tanto, Hungría solicita formalmente apoyo financiero al Fondo Monetario Internacional (FMI) por segunda vez en tres años.
No hay síntomas claros de que el Banco Central Europeo esté dispuesto a hacer compras más cuantiosas de bonos europeos para estabilizar el mercado, y los inversores liquidan la deuda de los países endeudados de la UE para refugiarse en el bono estadounidense y el alemán.
La receta europea para solventar la crisis se ha centrado en forzar a los países vulnerables a recortar su gasto público. Sin embargo este sistema, especialmente defendido por Alemania, no ha conseguido restaurar la confianza de los inversores. De momento, parece ser que ni la austeridad ni el BCE son capaces de resolver el problema.
La tozuda realidad nos dice que los gobiernos de la eurozona – excluyendo a Irlanda, Grecia y Portugal, que ya han sido aislados de los mercados – necesitan conseguir unos 800.000 millones de euros en 2012 para pagar las deudas generadas por el vencimiento de bonos y financiar sus operaciones, según estimaciones realizadas por Barclays Capital. Pero los inversores, que en épocas normales estarían más que dispuestos a prestar el dinero, cada vez están menos dispuestos a comprar algo que no sea emitido por las naciones que se consideran más seguras.
Los fondos de inversión están ilocalizables. Los bancos se están retirando. Los administradores de fondos ordinarios no se muestran activos. Los bancos centrales buscan reducir riesgos.
Este lunes la noticia ha sido que un gran trust de inversión japonés, el Kokusai Asset Management, se ha deshecho de todos los bonos españoles y belgas que tenía en su fondo “Global Sovereign Open”, el mayor de Japón. Otros inversores japoneses están tomando el mismo camino. El Mizuho Trust & Banking Co. ya vendió sus bonos italianos en septiembre.
Y más cerca de casa, los grandes bancos franceses como BNP Paribas, Société Général y Crédit Agricole continúan su exposición a los bonos de los países de la eurozona en problemas.
Estos abandonos en el mercado de bonos europeos – ya sean a corto o a largo plazo – no hacen más que incrementar las dificultades para que vendedores y compradores se pongan de acuerdo en el precio, provocando llamadas al BCE para que compre deuda soberana y mantenga algo de orden en el mercado tratando de estabilizar los precios.
Los malos datos concernientes a los bonos españoles este lunes, así como a los italianos y griegos, sugieren que los inversores creen que el problema está más allá del control de los gobiernos nacionales y requiere cambios difíciles en la estructura de la eurozona, un proceso que puede tardar años en concluir. Durante este periodo de tiempo, los gobiernos nacionales tendrán que pedirles a sus electorados que acepten enormes sacrificios, incluyendo recortes en los derechos e incrementos de impuestos, así como un ritmo de crecimiento débil y una alta tasa de desempleo.