Lo bueno contra lo perfecto
Es curioso comprobar como todos pensamos que la capacidad de elección nos hace felices – cuando no es verdad. De hecho, si tenemos demasiadas cosas entre las que elegir, acabamos siendo incapaces de hacerlo, especialmente si somos del tipo de persona a la que le cuesta tomar decisiones.
Podríamos separar a las personas en dos grupos, los maximizadores y los buscadores de satisfacción:
Los maximizares sólo quieren lo mejor. Cada vez que van a comprar algo (o a hacer cualquier otra cosa), tienen que asegurarse de que están tomando la mejor decisión posible. Cuando van a comprar zapatos, por ejemplo, los maximizadores quieren ver todas las opciones y comparar todos los precios. Incluso después de haber hecho la compra, están preocupados pensando si habrá un zapato mejor que no hayan visto en otra tienda.
Los buscadores de satisfacción, por otra parte, han aprendido que lo bueno suele ser suficiente, en contra de lo que dice la creencia popular. Éste tipo de personas han aprendido a conformarse con cosas que son buenas pero no son necesariamente las mejores del mercado. No es que no tengan expectativas o estándares que satisfacer, pero una vez que encuentran algo que se adapta a dichos estándares, lo compran. Cuando van a comprar zapatos, se llevan un par que cubre sus necesidades y que tiene un precio que les parece razonable.
Muchos maximizadores creen que los buscadores de satisfacción se conforman con la mediocridad, y eso no tiene por qué ser así. Ambos grupos están interesados en la calidad – pero los buscadores de satisfacción no están dispuestos a invertir tiempo extra para conseguir pasar de lo «excelente» a «lo mejor».
El problema de la perfección
Como ya habrás podido deducir, los maximizadores no son tan felices como los buscadores de satisfacción, ya que es mucho más fácil que se arrepientan de su compra sin importar el hecho de que en teoría se han acercado más que el otro grupo a la decisión óptima.
Y al revés, los buscadores de satisfacción son en general más positivos a la hora de valorar sus compras. Saben que han hecho una elección que se ajusta a sus expectativas.
Maximizar y satisfacer son dos conceptos con implicaciones importantes en el mundo de las finanzas personales. En Estados Unidos han demostrado que cuando un empleador incrementa el número de opciones que les ofrece a sus trabajadores en cuanto a planes de pensiones, el número de empleados que eligen adherirse a uno de ellos disminuye. Para la mayoría de la gente, lo mejor que se puede hacer es elegir una buena opción y mantenerla.
Maximizar en la vida real
Puedes pensar que yo soy una buscadora de satisfacción (y en muchos casos, así es), pero en realidad son una maximizadora. Tener demasiadas opciones me paraliza.
Por ejemplo, la primavera pasada fui a cortarme el pelo. Una vez que habíamos terminado, la peluquera me ofreció comprar más “producto”. Cuando vi los precios, me negué. Sabía que en cualquier supermercado podía comprar un producto similar por mucho menos. Y eso era lo que iba a hacer. Pero al entrar en el supermercado me encontré con una imagen bastante intimidatoria. Un montón de productos de distintas marcas repartidos en varias estanterías. Así que estuve unos quince minutos valorando todas las opciones (no es broma). ¿Y sabéis que? No fui capaz de elegir. Me fui a casa sin ningún producto, y me sequé el pelo sin echarme nada, como había hecho siempre.
Tener demasiadas elecciones puede hacer que no elijamos nada. Muchos estudios han demostrado repetidamente que dándole al consumidor unas cuantas opciones, será feliz. Sentirá que tiene el control. Pero si le ponen delante una avalancha de opciones, se sentirá perdido.
No tan perfecto
Aquí tienes algunos consejos para que los maximizadores rebajen un poco su nivel de estrés:
- No te agobies con decisiones poco importantes. ¿Realmente tiene tanta importancia el tipo de gel que compres para el pelo? Claro que no. Yo podría haber elegido uno en el primer minuto y decidir que era suficientemente bueno.
- Limita tus opciones. Si tienes demasiadas opciones para elegir, reduce la cantidad arbitrariamente. Por ejemplo, si vas a comprar una bicicleta, restríngete a una sola marca o a una sola tienda.
- Elige lo que ya conoces. A no ser que no estés satisfecho con un producto, no hay motivo real para cambiarlo. No te dejes tentar por opciones «nuevas y mejoradas». Los hábitos hacen a la gente feliz.
- No te arrepientas después de comprar. Es decir, no te cuestiones a ti mismo una vez que ya has tomado una decisión. El «remordimiento del comprador» puede ser una pesadilla. Ignóralo y se firme en tus decisiones.
- Aprende a amar las limitaciones. Las limitaciones nos marcan fronteras, eliminan la incertidumbre. Cuando conocemos nuestras limitaciones, podemos centrarnos en lo que tenemos dentro de ellas.
Por supuesto, es estupendo tener varias opciones para elegir, pero tener demasiadas no lo es tanto. Es mucho más fácil elegir la mejor opción de tres artículos, que tomar la decisión ideal cuando tienes treinta productos distintos frente a ti. La verdad es que la perfección es un blanco móvil difícil de alcanzar. Es mejor tomar una decisión sólida hoy que una decisión «perfecta» la semana que viene.
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2 Responses to “La paradoja de la elección y los peligros de la perfección”
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