Cuando empecé a buscar mi primer piso de renta, creé una lista que estaba dividida en lo que me gustaría tener y lo que necesitaba. Algunas de las necesidades eran que estuviera en un lugar bien comunicado, que la renta no fuera muy alta y que estuviera listo para entrar sin tener que acometer grandes reformas.
En el apartado de deseos puse la proximidad a mi familia y mi lugar de trabajo, que fuera espacioso, que le diera bastante el sol, que tuviera dos habitaciones y así usar una para trabajar y estudiar, y que tuviera ascensor. Hay que tener en cuenta que no estaba comprando una casa, sino alquilándola.
Al poco tiempo comencé a pensar que la cercanía a mi familia y mi lugar de trabajo en realidad era una necesidad, ya que me ahorraría tiempo y dinero en transporte público, así que en seguida empecé a restringir mi búsqueda a mi barrio y zonas cercanas a él, desde las que pudiera llegar a pie en un máximo de 20 o 30 minutos.
Evidentemente, esto complicaba mucho más la búsqueda, porque mi casa está en una zona bastante céntrica donde los alquileres eran mucho más caros. Cuando vi que no había forma de encontrar nada asequible, pensé que ya que tenía que irme más lejos de lo que había previsto, bien podría buscar un piso de dos habitaciones, para no tener todas mis cosas, incluido el ordenador y demás periféricos, así como mi ingente cantidad de libros, apuntes, etc., apiladas en poco espacio. A partir de este momento, solo fui a mirar casas de dos habitaciones.
En resumen, el cambio se había producido. De alguna manera, durante esas semanas de búsqueda, parte de mis deseos se fueron convirtiendo en necesidades desde mi punto de vista. Ya no tenía la misma actitud que al principio.
Se podría decir que me estaba permitiendo un lujo, aunque éste no fuera a dejarme en bancarrota, ya que lo que necesitaba básicamente era un techo sobre mi cabeza. Si nos damos cuenta de esto, de lo que es absolutamente imprescindible y de lo que no, dejaremos de dar las cosas por sentado y empezaremos a dar gracias por lo que tenemos.
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