Por mucho que tengamos controlados los errores más graves que tendemos a hacer en cuanto a nuestras finanzas o cualquier otro aspecto de nuestra vida, es muy probable que sigamos cometiendo pequeños errores de vez en cuando como, por ejemplo, ir a comprar al supermercado cuando tenemos hambre.
Para controlar nuestros errores más comunes, es importante que establezcamos una rutina que los contrarreste. Por ejemplo, si eres una persona olvidadiza, domiciliar o automatizar los pagos periódicos que tengas que realizar puede ser la solución. También puedes dedicar siempre 30 ó 60 minutos una vez por semana a revisar tus cuentas para evitar perder de vista el estado de tus finanzas durante demasiado tiempo. Por supuesto, aunque estas rutinas ayudan, no son perfectas. Incluso si las tenemos muy bien estructuradas, seguiremos cometiendo errores de vez en cuando.
Ante estos errores debemos reaccionar con madurez y, en lugar de enfadarnos por ellos, intentar encontrar un sistema de respuesta para evitar cometerlos.
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En primer lugar, tenemos que descubrir qué ha salido mal. Cuando cometemos un error, debemos tomarnos un cierto tiempo para analizar por qué ha pasado. Muchos de los pequeños problemas financieros que pueden ocurrirnos suelen tener su raíz en un despiste o una falta de atención. Simplemente no tenemos la mente puesta en ello.
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El siguiente paso es diseñar un plan que evite que cometamos el mismo error en el futuro. Si por ejemplo ibas a realizar un pago pero finalmente te olvidaste de hacerlo, una forma de que no vuelva a ocurrirte es hacer el pago inmediatamente, no dejarlo para más tarde. Dejar las cosas que podemos hacer hoy para mañana es una actitud muy poco productiva. Y si somos olvidadizos, cuanto más tiempo esperemos, más posibilidades hay de que se nos olviden. Como anécdota, este mes se me pasó el plazo para entregar un trabajo en la Universidad porque, en lugar de ponerme con él desde un principio, lo fui postergando con la excusa de que quedaba “mucho tiempo” todavía. Al final solo me acordé cuando ya habían pasado dos días de la fecha de entrega. No era un trabajo obligatorio ni mucho menos, pero el caso es que pensaba hacerlo y, finalmente, lo olvidé por completo.
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Por último, considera cada error como un hecho aislado o temporal. Lo peor que podemos hacer es pensar que un problema – financiero o de cualquier otro tipo – es parte de otro problema mayor que no podemos abarcar. Tal vez lo sea, pero si empezamos a pensar eso, corremos el riesgo de terminar convenciéndonos de que somos unos fracasados, y eso solo nos llevará a más errores y más fracasos. Por lo tanto, recordémonos que ya hemos puestos un plan en marcha, y que aunque hayamos cometido ese error una o dos veces, se trata de incidentes aislados y temporales que pueden ser perfectamente solucionados, no de hechos intrínsecamente relacionados con nuestra personalidad que van a seguir repitiéndose.
Otra razón por la que no debemos dejar que los pequeños errores nos agobien más de la cuenta es que como humanos, no somos perfectos y siempre cometeremos errores. Lo único que podemos hacer es intentar que éstos sean los menos posibles y poner en práctica las soluciones que tenemos a nuestro alcance para evitarlos al máximo. De hecho, muchas veces los errores nos permiten aprender y progresar hacia el éxito en cualquier empresa que iniciemos. Son parte del camino y hay que aprovecharlos para crecer como personas.
Un pequeño error de cuando en cuando no es el fin del mundo. Empezamos a tener problemas de verdad cuando encadenamos un pequeño error tras otro, o nos pasa de forma habitual. Si permitimos que eso suceda, nuestra vida puede terminar convirtiéndose en un desastre. Como ya he señalado, lo importante es intentar aprender de esos errores para no volver a repetirlos en el futuro.