Los pequeños ahorros también cuentan

Empezar con una administración inteligente del dinero no es siempre algo sencillo. Una cosa es leer los pasos que tenemos que dar, y otra muy distinta es darlos. A veces nuestros objetivos de ahorro son tan disparadamente altos que pensamos que solo podemos alcanzarlos si ganamos la lotería.

Parte de nuestro problema es que vivimos en una sociedad que idolatra al ganador. Nadie va a alabar a un vecino que decide ir a trabajar en bici porque tiene una conciencia medioambiental, porque ese tipo de vida no tiene glamour. Sin embargo, es el tipo de vida que nos puede llevar a tener dinero (realmente).

Empezar desde abajo

La verdad es que no puedo recordar el primer paso que di cuado me harté de tener deudas.  Cada vez que compras algo caro (más de cien euros), tus posibilidades de ahorrar se magnifican. Pero eso no es lo normal. ¿Cuántas veces has gastado más de cien euros sin recordar en qué fue?

En realidad, tienes más opciones al ahorro cuando compras comida en el supermercado. Puedes cambiar cupones, o comprar ofertas, o productos de marca blanca… Ahorrar cincuenta céntimos a la semana no parece gran cosa, pero al año son 24 euros. Cada uno por su lado, estos ahorros pueden marcar la diferencia. Las cantidades pequeñas cuentan.

Tal vez solo seas capaz de ahorrar cincuenta céntimos a la semana comprando una marca más barata, o cuatro euros cambiando cupones, o dos euros cogiendo el autobús para ir a clase o al trabajo. O puedes ahorrar veinticinco euros al año borrándote del cable, o cuarenta cancelando tu subscripción  a una revista. Son pequeños cambios, pero en conjunto pueden hacer que te ahorres 700 euros al año.

Recuerda que un céntimo ahorrado es más que un céntimo ganado. Siempre ganas euros antes de impuestos, pero los gastas después de impuestos. ¡Tenlo en cuenta!

Empezar por las pequeñas cosas tiene un efecto colateral. Una vez que te acostumbras a ahorrar así, puedes llevar ese ahorro a otras partes de tu vida. Un pequeño paso siempre lleva a otro.

Un futuro incierto

Hay gente a la que le molesta la frugalidad. Consideran que es una actitud propia de “miserables», de gente sin posibles, algo por debajo de su categoría social. Hay otros que no están dispuestos a hacer sacrificios hoy, cuando el futuro es incierto. Es decir, ¿por qué ahorrar si es posible que mañana me atropelle un autobús? Para mí, este tipo de razonamientos es absurdo porque:

–         Gastar no equivale a ser feliz.

–        Y porque, en segundo lugar, la mayoría de nosotros vamos a vivir bastantes años. Así que, ¿qué es mejor?

¿Estar preparado para vivir una vida larga, invirtiendo y ahorrando, o gastar como si no hubiera un mañana y acabar viejo y pasando necesidades?

Hace poco tuve una charla con una amiga que trabaja en un geriátrico. Me ha contado que los ancianos sin recursos no tienen, precisamente, una buena calidad de vida. Es cuestión de pensar qué es más duro, coger hoy el autobús, o intentar sacar dinero de debajo de las piedras con 80 o 90 años.

Recuerda: No confundas la frugalidad con pasar privaciones. En realidad, el ahorro lo tenemos que hacer en cosas que no son importantes para nosotros. No tenemos por qué privarnos de nuestra marca de yogur favorita, o de nuestro corte de carne especial, sino de cosas que en realidad no nos interesan.

Vivir frugalmente no significa vivir como un pobre. La frugalidad es una ventaja y, a la vez, una elección. Un estilo de vida. Podemos ser restrictivos en las cosas que no nos importan, y permitirnos ciertos lujos en las que realmente disfrutamos.

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