En estos momentos estamos viviendo una clara tergiversación de la realidad económica inmobiliaria, ya que la ingente cantidad de pisos de los bancos está provocando que las entidades financieras utilicen su posición de poder para incentivar la compra de sus inmuebles, en detrimento de los de los promotores.
Y es que los pisos de los bancos pesan demasiado en sus balances y eso está provocando que busquen deshacerse de ellos como sea, y una de las fórmulas más habituales que están utilizando es la de denegar los préstamos hipotecarios para compraventas de inmuebles fuera de su control y ofrecer condiciones muy ventajosas para todas las compras que tengan como objetivo uno de sus pisos.
De esa forma, si un cliente quiere comprar cualquier de los pisos de los bancos se encontrará con que todo son facilidades, desde el capital máximo financiado, hasta el plazo de amortización, pasando, incluso, por los productos vinculados o las comisiones a aplicar.
Con ello, los pisos de los bancos se están convirtiendo en una prioridad a la hora de comprar, ya que en un momento en el que las hipotecas están congeladas es la única forma de obtener la financiación necesaria como para poder hacer frente a la compra de una vivienda.
Sin embargo, los pisos de los bancos tienen un problema evidente, y es que no se encuentran en las condiciones ideales que un comprador buscaría. Como no podía ser de otra manera, los embargos y ejecuciones hipotecarias se han realizado, en su mayoría, sobre personas con menor poder adquisitivo, y por tanto, sobre viviendas no tan apetecibles.
Ello está llevando a que muchos compradores decidan no adquirir ninguno de los pisos de los bancos, a pesar de las condiciones hipotecarias ventajosas que reciben, ya que prefieren pagar más por su financiación pero, a cambio, recibir una vivienda que, de verdad, les guste.
Por otro lado, nos encontramos con el dilema ético y el monopolio económico que están gestionando las entidades financieras en estos momentos, ya que al disponer de la llave de la financiación están abriendo y cerrando el grifo hipotecario en función de sus intereses, y no de la solvencia de sus clientes, como nos han vendido desde el comienzo de la crisis.