Los mercados bursátiles son lugares apropiados para rentabilizar las aportaciones de capital, por parte de los inversores, que buscan la consecución final de mayores beneficios dinerarios a través de la apuesta en determinados productos financieros – esa es la teoría – No obstante, en esta sección denominada Consejos de Bolsa, siempre buscamos llegar un poco más allá en el entendimiento de su funcionamiento y particularidades, para asesoramiento y mejor preparación de los “pequeños y medianos inversores”.
¿A quién no le ha pasado?… Que nada más terminar de realizar la compra de acciones de una empresa cotizada en Bolsa, estas acciones, empiezan a caer de forma repentina en su cotización. Ante esta situación perjudicial para sus intereses y expectativas, la sensación para el inversor menos avezado siempre suele ser de extrañeza, dudas e incluso de pensar en la “mala suerte ocasional”, pero en esto de la inversión en los mercados de renta variable, el factor suerte no suele ser el más indicado para conseguir llegar al objetivo deseado al final de la inversión.
Sirva de consuelo que esta circunstancia inversora de bajada de precios en un momento muy determinado de la evolución bursátil del valor elegido, es más común de lo que muchos puedan llegar a pensar. Para intentar comprenderla, pongamos un ejemplo o símil marítimo que nos hará ver claramente como es el comportamiento del mercado y lo que es más importante, como es el comportamiento de “la masa inversora”. Veamos:
“Imaginemos que usted observa un crucero que navega por un caudaloso rio. La curiosidad le lleva a ver que dentro de ese barco parece que los pocos pasajeros que tiene están pasándoselo muy bien, tienen una música muy divertida y la nave navega a muy buen ritmo.
Esta feliz situación consigue atraer a unos cuantos ciudadanos deseosos de apuntarse a la diversión, que poco a poco, aprovechan la primera parada establecida para incorporarse al fantástico evento. En esa misma parada o “atraque”, se deslizan y desembarcan silenciosamente los primeros pasajeros del crucero pasando su actitud totalmente desapercibida ante tal situación de euforia poco contenida.
La siguiente parada del crucero presenta la novedad de la incorporación al barco de cientos y cientos de pasajeros, alertados por las maravillas comentadas y recomendadas de tal travesía musical por el rio. La última llegada masiva de pasajeros provoca la parada mecánica posterior del barco, hasta el punto de que la corriente lo empieza a desplazar rio abajo ante el asombro de sus ocupantes.
Asustados por tal hecho anómalo, algunos pasajeros empiezan a saltar de la nave para nadar a la orilla cercana previendo problemas mayores. La cosa se empieza a poner más peligrosa y pasado un tiempo el crucero –con la música ya apagada – se sigue desplazando en sentido inverso al normal, lo que genera una psicosis generalizada que hace que cientos de pasajeros se arrojen por las bandas perdiendo sus pertenencias con tal de salvar su vida.
Cuando parece que el barco va inevitablemente a naufragar y ya todos los medios de comunicación hablan del fatal desenlace, la nave ralentiza su descenso y ante la lógica incredulidad de los pasajeros que habían abandonado de cualquier manera el crucero, vuelven a ver a los primeros e iniciales ocupantes subirse aprovechando un remanso del rio. Estos últimos, con sus ropas secas y elegantes, proceden a arrancar los motores, por lo que se reanuda la navegación -que poco a poco va a mejor ritmo- ante la atónita visión de los demás.
A medida que avanza navegando, se vuelve a oír la música y nuevamente los curiosos que lo ven pasar se empiezan a plantear aprovechar la ocasión para poder incorporarse a tal estado de felicidad y disfrute, repitiéndose en un ciclo sin fin… ¿Les suena este cuento?
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La frase elegida para este artículo dice así: “Casarse por segunda vez es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia”, Samuel Johnson.