Cuando me tuve que enfrentar a ciertos problemas económicos hace unos años, no tenía ni idea de cuánto gastaba cada mes. Tomaba mis decisiones financieras basándome en el extracto de mi cuenta: si había algo de dinero en ella, encontraba la forma de gastarlo; si solo quedaban unos 10 o 20 €, tiraba de tarjeta de crédito. ¿A dónde se iba el dinero? Si me lo hubieran preguntado, no habría sabido qué responder.
Como parte de mi cambio financiero, aprendí a hacer un seguimiento de mis gastos. De hecho, esta fue una de las herramientas más efectivas para cambiar mis hábitos de compra. Todas las semanas apuntaba cada una de las facturas de mis gastos. Una vez al mes, hacía un repaso en conjunto de lo que había apuntado buscando posibles problemas o excesos. Al mantener este control sobre cada euro que ganaba y que gastaba, me hice más consciente de mis propios hábitos.
Pero últimamente me está ocurriendo algo.
El verano pasado me di cuenta de que mi disciplina ya no era tan férrea. En lugar de apuntar mis facturas cada semana, me pasaba dos o incluso tres semanas sin hacerlo. Al principio, este cambio de conducta me preocupó. Pensé que algo malo me estaba pasando y que, si no seguía controlando cada uno de mis gastos, perdería el control de nuevo.
Sin embargo, lo cierto es que no perdí el control. Incluso aunque me pasara un mes entero sin apuntar mis gastos, seguía manteniéndolos a raya.
Este otoño, al volver a la universidad y aumentar mi carga de trabajo, las cosas empeoraron. Me pasaba semanas y semanas sin recordar para nada mis facturas. En un abrir y cerrar de ojos, ya estábamos en 2010. Y aquí viene lo mejor. Desde que revisé mis facturas para cerrar el año en enero, no he vuelto a apuntar ninguno de mis gastos. De hecho, ni siquiera guardo las facturas pequeñas.
A algunos puede que esto os parezca alarmante. Y la verdad es que hace un par de años, yo también me hubiera preocupado. Sin embargo, esta nueva actitud mía ha sido liberadora. En los últimos cuatro meses he sido perfectamente capaz de practicar el gasto consciente sin tener que hacer el seguimiento de cada euro.
Aunque ya no registro mis gastos en detalle, eso no significa que le esté dando la espalda a mis finanzas, ni mucho menos. Aún compruebo mi estado financiero cada mes para asegurarme de que no hago ninguna tontería. Además, me aseguro de que los balances de mis cuentas siguen creciendo. En cierto modo, es como si hubiera quitado las ruedas de entrenamiento de mi bicicleta y ahora fuera capaz de controlarla con solo dos ruedas.
Así que, tal vez, el haber dejado de apuntar todos mis gastos es el siguiente paso. Tal vez la disciplina financiera ya está implantada en mis hábitos y por eso no necesito sistemas redundantes, porque mi sistema interno funciona perfectamente por sí solo.
O tal vez me estoy engañando.
¿Cuál es vuestra opinión? ¿Apuntáis todos vuestros gastos? ¿Habéis dejado de hacerlo? Si es así, ¿cuáles han sido los resultados?
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