¿Hasta que punto es detallado tu presupuesto? ¿Llevas la cuenta de cada céntimo, o dejas un margen para hacer cambios en tu plan de gastos?
Algunas personas no tienen una categoría de “gastos varios” en sus presupuestos. Saben a dónde va cada céntimo que sale de sus bolsillos, desde los gastos de parquímetro hasta el recibo de la calefacción.
Parece que es la mejor opción, porque en teoría podemos planear los gastos del siguiente mes en base a los de meses anteriores, manteniendo así nuestras finanzas en perfecto estado de revista.
Sí, en teoría. Pero en la práctica tenemos que ser cuidadosos cuando nos marcamos estos presupuestos tan estrictos, ya que si recortamos demasiado acabaremos sintiéndonos agobiados cada fin de mes.
Por otro lado, podríamos pensar que tras un cierto tiempo usando este tipo de presupuesto, deberíamos ser capaces de predecir el dinero que vamos a necesitar cada semana del mes. Sin embargo, esto no es así porque cada mes se producen gastos irregulares. A veces pueden ser grandes, como una factura del dentista, o más pequeños, como una cena extra con los amigos.
La cuestión es que casi cada mes va a surgirnos algo que no teníamos previsto en el presupuesto. Claro está que si planeamos con la suficiente antelación, conseguiremos ser más precisos, pero es probable que nunca alcancemos una exactitud del 100% en nuestro plan de gasto.
La solución a este problema es tener en cuenta nuestros errores cuando hacemos el presupuesto.
Es lo mismo que cuando planeamos un viaje y ponemos dinero para cualquier imprevisto que pueda surgirnos. Podemos aplicar esta filosofía al presupuesto de nuestro hogar, dejándonos un margen para el error. Si en un viaje el margen podría ser el 20% del total, en el caso de la economía doméstica debería ser suficiente con un 5 o un 10%.
Este dinero nos servirá para gastar con tranquilidad cuando se nos presenten situaciones que no habíamos anticipado. Una comida con antiguos compañeros de clase, una visita inesperada al veterinario, una reparación del coche…
Se trata de una cantidad que cubre pequeños costes que no son lo suficientemente importantes como para utilizar nuestro fondo de emergencias. Si gastamos ese dinero, no pasa nada, para eso estaba. Si no, podemos usarlo para cubrir otras deudas o ahorrar.
Con esto conseguimos matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, aliviamos la presión de ser “perfectos” en cuanto a gasto, y por otro tenemos un incentivo para vigilar ser más vigilantes. Tener una pequeña cantidad que proteger y que podríamos ahorrar o usar para pagar nuestras deudas es un reto que nos mantendrá más implicados en las finanzas del día a día.
¿Tenéis este tipo de flexibilidad incorporada en vuestros presupuestos? ¿Cuánto margen os permitís? ¿Hace que os centréis más, u os da una excusa para ser menos estrictos con el gasto?
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