Resulta que sufrimos un accidente e iniciamos un tratamiento, y para nuestra sorpresa (por ejemplo si sólo disponemos de un seguro público de salud) nos envían a efectuar una prueba, el tratamiento o rehabilitación, a una clínica, centro o especialista privado, ¿qué esta sucediendo?, ¿cuál es el motivo por el cual hacen eso?
El motivo es bien simple, la red pública de salud está saturada, y no puede abarcar toda la demanda de servicios que la población precisa. Por eso la misma ante esta saturación (y también para lograr mayor eficiencia) llega a acuerdos con determinados centros, para que estos sean concertados o incluso privados y que les presten servicios a la entidad pública previo pago de determinada cantidad económica.
¿Qué se consigue con esto? Básicamente se consigue reducir la espera de los pacientes, pues se reduce la saturación del sistema. También se optimizan los recursos y se permite al usuario utilizar unos servicios privado de calidad incluido en el catálogo de la sanidad pública.
¿Y esto quiere decir entonces que si la sanidad pública tiene acuerdos con entidades privadas no vale la pena hacerse un seguro privado? No, para nada es así, aunque alguien erróneamente pueda pensar aquello de “si la sanidad pública me deriva gratis a la privada para que pagármela yo” no es así, pues es interesante pagársela uno mismo. Primero porque el servicio no es el mismo, y segundo porque lo expuesto son casos puntuales, no generales, y casos que no eliminan las listas de espera y otros beneficios que tiene tener un seguro de sanidad privada.
Otro tema a parte son aquellos pacientes que sólo tienen un seguro público pero sufren un accidente y son remetidos a centros privados, pues bien lo han sufrido por culpa de alguien que su seguro cubre la asistencia privada o bien lo han sufrido laboralmente y entonces los cubre la mutua profesional. Pero en todo caso, estos son otros y diferentes casos.