Este es un problema clásico que tienen muchas personas que están intentando empezar a comprender cómo funcionan sus finanzas. ¿Qué es un gasto necesario? ¿Un paquete de bolsas de basura es necesario? ¿Comer fuera porque algo nos ha retrasado y no tenemos tiempo de pasar por casa puede contemplarse como una necesidad?
Me atrevo dar mi opinión con respecto a estos ejemplos, pero se trata de eso, de una opinión más. Diría que ambos gastos son innecesarios, ya que podemos usar bolsas de supermercado para la basura y evitar tener que comer fuera planeando mejor nuestra jornada para que nos dé tiempo a hacerlo en casa.
Lo cierto es que todos nosotros vamos a gastar dinero en cosas que nos parecen necesarias y que otros opinarán que no lo son. De hecho vamos a gastar dinero en cosas que, tras reflexionar a posteriori, nosotros mismos consideraremos prescindibles.
Lo que importa no es que consigamos eliminar todos los gastos innecesarios de nuestro presupuesto. Eso es imposible. Es el equivalente a hacer dieta comiendo solamente lechuga – tarde o temprano estaremos agotados o abandonaremos el intento.
La clave está en que entendamos nuestros gastos innecesarios, cualquiera que sea la forma en la que los definamos.
Es mejor que reduzcamos nuestra definición de lo que es un gasto necesario a la mínima expresión, ya que el valor real de llevar un presupuesto adelante es averiguar a dónde se van todos nuestros gastos innecesarios. ¿Qué capítulos de gasto podrías mejorar si lo piensas un poco y cambias algunas rutinas?
Siguiendo con el ejemplo de las comidas fuera de casa, supongamos que hemos decidido que se trata de un gasto innecesario. Crearemos una categoría en la contabilidad de nuestros gastos llamada “comidas fuera de casa”. Al finalizar el mes podremos comprobar el total del gasto para esa categoría, y digamos que suma 250 €.
La conclusión es que podemos ahorrar esos 200 € (o buena parte de ellos) simplemente cambiando nuestro comportamiento. Puede que sea organizando mejor el tiempo, o llevándonos la comida preparada al trabajo si existe esa posibilidad. Y ya está. De repente ya no gastamos dinero en comer fuera de casa todo el tiempo.
Esta es la manera en la que un presupuesto debería funcionar, agrupando todos los gastos en categorías y buscando fórmulas para reducir algunas áreas de gasto innecesario a la vez que intentamos reducir los costes de las necesarias (por ejemplo, mediante la eficiencia energética o la subrogación de nuestra hipoteca). Es mucho más fácil hacer esta tarea si podemos comprobar la cantidad exacta de dinero que gastamos en cada área específica.
Dicho de otra forma, no te centres tanto en lo que es o no es necesario, en todo caso no al principio. Limítate a intentar agrupar las cosas en distintas categorías que tengan sentido para ti. Los libros que explican cómo hacer presupuestos suelen sugerir distintas clasificaciones, pero no debemos tener miedo de añadir denominaciones de nuestra propia cosecha y tener así categorías como “maquillaje”, “cómics” o “videojuegos”.
Una vez que puedas comprobar cuánto gastas en cada categoría al mes, podrás centrarte en dilucidar cuánto de ese gasto es necesario y cuánto puedes eliminar. Cada persona tendrá sus propias respuestas, pero la clave para lograr la libertad financiera está en prescindir de todo las cosas que podamos sin alterar significativamente nuestra calidad de vida.
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