El 15 de septiembre, hace 5 años, el mundo se despertó frente a una auténtica catástrofe financiera: una de los mayores bancos de inversión estadounidenses se estaba hundiendo, incapaz de hacer frente a su endeudamiento. La bancarrota de Lehman Brothers casi provoca la destrucción total del sistema financiero y fue el detonante de la peor recesión que se recuerda desde la Gran Depresión.
La bolsa estadounidense, que había empezado a caer casi 12 meses antes, se desplomó. El índice Standard & Poor’s 500 terminó perdiendo el 53,3%, tocando suelo el 9 de marzo de 2009.
¿Qué pueden aprender los inversores de este derrumbe y sus consecuencias? Aquí tienes cinco importantes lecciones:
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Las burbujas ocurren con bastante frecuencia.
En los mercados no es nada extraño que los precios suban hasta niveles irracionales. Cuando eso pasa, tenemos que andarnos con mucho cuidado.
A veces es fácil detectar una burbuja. A finales de los 90, las acciones de las compañías tecnológicas se vendían a precios absolutamente ridículos (muchas veces sin tener ningún beneficio real). El problema para los inversores fue que esta burbuja, a pesar de ser muy obvia, tardó años en reventar. Era muy difícil no tocar estas acciones sobrevaloradas porque llevaban muchísimo tiempo subiendo sin parar. La burbuja inmobiliaria también era bastante fácil de ver, pero pocas personas llegaron a sospechar que un descenso en los precios de las viviendas podría poner en peligro toda la economía.
Así que ten mucho ojo la próxima vez que oigas que “x siempre sube” o que “esta tecnología cambiará el mundo.” Nada sube eternamente. Las nuevas tecnologías pueden cambiar el mundo, pero solo algunos inversores se harán ricos con ellas. Además, los cambios tecnológicos son tan rápidos que las innovaciones de hoy pueden quedar mañana mismo al nivel de los antiguos ábacos.
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No te pases con la compra de acciones – o con cualquier otra inversión.
En periodos superiores a 10 años, la Bolsa casi siempre ha conseguido una mayor rentabilidad que los bonos. Entretanto, el dinero en metálico o en el banco como mucho se ha mantenido a la par con la inflación.
Sin embargo, poner todo tu dinero en la bolsa, como muchos aconsejaban en los 80 o los 90, se ha demostrado un ejercicio demasiado peligroso. En el largo plazo, las acciones de grandes compañías han tenido un rendimiento de alrededor de un 10% anualizado, los bonos de un 5% y el dinero en metálico de poco más del 3% – prácticamente igualando la inflación.
Aún así, los mercados bursátiles bajistas son brutales y, por lo general, imposibles de prever. Tener algunos bonos – incluso hoy en día, cuando los intereses parece que podrían subir – es la decisión más sensata. Así como conservar parte de tu dinero en metálico.
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Invierte en acciones de gran calidad.
Muchos de los inversores más inteligentes practican la inversión en valor. A largo plazo, las acciones de valor – acciones que tienen un precio bajo en relación con los beneficios y otros elementos de medida – han batido al mercado. Lo mismo pasa con los títulos de pequeñas compañías. Y la mejor rentabilidad ha sido proporcionada por acciones de pequeñas compañías a precio de ganga.
Pero en los mercados bajistas del 2007-2009, las acciones de las pequeñas compañías de valor y en general cayeron un 3 o un 4% más que el S&P 500. Mientras tanto, los fondos especializados en acciones de alta calidad – grandes compañías con baja deuda y un crecimiento de beneficios regular – se comportaron mucho mejor que el S&P.
No estoy sugiriendo que no debas invertir en acciones de compañías infravaloradas o pequeñas. Al contrario, creo que se deben diversificar las inversiones al máximo. Pero no cargues las tintas con las acciones de valor o de pequeña capitalización – salvo que sean muy, muy baratas, como lo fueron antes del mercado bajista del 2000-2002.
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Los títulos financieros son baratos por una razón.
En relación con los beneficios, los activos y otros elementos de medida, las acciones de bancos son normalmente más baratas que el resto. Eso no debería ser una sorpresa. Cada diez años más o menos, las compañías financieras tienen algún tipo de problema. Todo ese dinero prestado acaba por pasar factura, sin importar mucho lo que hagan los reguladores para mitigar los riesgos de que eso ocurra.
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No esperes comprender totalmente la visión global.
Durante las semanas e incluso días que precedieron al desastre de Lehman, solo unos pocos gurús fueron capaces de predecir el horror que estaba a punto de caer sobre nosotros. Después, los que lo vieron venir se convirtieron en auténticas celebridades, y muchos inversores se sintieron como idiotas por no haber percibido a tiempo las señales de alarma.
Sin embargo, muchos de esos bajistas han seguido en esa línea, a pesar de que el mercado se ha recuperado con mucho de las pérdidas sobrevenidas durante el peor escenario bajista desde los años 30.
Por regla general predecir un mercado bajista es casi siempre más convincente y atractivo intelectualmente que el argumentario alcista. Aún así, al final, los alcistas han terminado casi siempre por tener razón. Esperemos que continúe siendo así.