En el 2005 me puse una meta bastante ambiciosa: conseguir llegar a ahorrar el 20% de mis ganancias antes del 2007. Durante todo el año siguiente hice algunos progresos, pero no conseguía llegar al nivel de ahorro que me había marcado para cada etapa hasta lograr mi objetivo. Así que al final me cansé, me di por vencida y, más o menos, me dediqué a gastar el dinero sin ponerme grandes restricciones. Pensé que había fracasado.
Cuando decidí aquello, estaba exponiendo mi nivel de ignorancia en muchos aspectos.
En primer lugar, demostré mi falta de compromiso con mis propios objetivos. En lugar de hacer pequeños sacrificios para conseguir lo que quería, dejé el asunto de lado para obtener una gratificación instantánea.
En segundo lugar, no me paré a revisar y remodelar mi plan. Cuando me di cuenta que no estaba cubriendo las expectativas que me había marcado, no me senté a reevaluar las cosas. En lugar de eso, actué como una idiota y me dediqué a gastar dinero como si no hubiera un mañana.
Y en tercer lugar, permití que ese fracaso me definiera como persona en lo que a la administración de dinero se refiere. Creí que nunca sería capaz de ahorrar en serio.
Ponerte una meta audaz puede inspirarte. Te hace sentir bien y te empuja a conseguir cosas que están más allá de lo que creías posible.
No voy a tener ninguna deuda dentro de tres años.
Voy a tener seis meses de sueldo en mi fondo de emergencias para finales de año.
Voy a ahorrar dinero para el negocio que quiero montar este año.
Y luego no lo consigues.
Algo cambia por el camino. Ocurre algo inesperado. Cometemos algunos errores en nuestros gastos. O simplemente pasamos por alto algún elemento clave que altera el escenario completamente.
Así que nos rendimos con el amargo sabor del fracaso en los labios. No conseguimos nuestro objetivo. Sin embargo, estos fracasos deberían enseñarnos algo, y es que porque no alcances los objetivos que te has marcado, no eres un fracaso tú mismo, ni el objetivo o el plan estaban predestinados al fracaso. Significa que hay que revisar el plan.
Ante todo, no te veas a ti mismo como un fracasado porque hayas fallado en la consecución de tu objetivo. La incapacidad para alcanzar una meta se debe, en parte, a nuestros propios errores, pero hay muchos otros factores implicados. Un plan que falla solo significa que tienes que pararte a pensar, averiguar qué es lo que no ha funcionado y rehacer el plan.
Busca la causa de fondo por la que fallaron las cosas. Siempre suele haber una respuesta obvia, pero no es esa la que estamos buscando. Yo sugiero usar el juego de los “cinco porqués” para dar con ella. Pregúntate por qué tu plan ha fallado y contéstate. Una vez que lo hayas hecho, vuelve a preguntarte el porqué. Repite el mismo proceso hasta que llegues a la causa de fondo, de tal forma que no puedas responder a un solo porqué más. Normalmente, hace falta repetir esto cinco o seis veces para llegar a la raíz del problema.
Ahora que sabemos dónde está el problema, tenemos que enfrentarnos a él. Puede que sea algo que seas capaz de resolver de inmediato, o algo que puedas modificar con el tiempo. Sea lo que sea, idea un plan para enfrentarte a ese problema en concreto.
Para mí, la causa real de mis problemas financieros era mi falta de control personal. Sacrificaba siempre el largo plazo por el corto, porque me encantaba la sensación de sentirme gratificada instantáneamente. Así que mi primer paso hacia cualquier objetivo pasaba por romper con ese mal hábito. Lo hice básicamente encontrando formas de conseguir gratificación sin tener que gastar dinero (como coger un libro que tenía muchas ganas de leer de la biblioteca, por ejemplo).
Te puedes encontrar con que no tienes más remedio que retrasar tu mayor objetivo para lidiar con un problema más inmediato. Tal vez tengas que cambiar algunas pautas de tu comportamiento. En todo caso, ataca primero el objetivo de menor envergadura – el mayor puede esperar.
Pregúntate si ese objetivo tan grande era lo que querías de verdad. Puede que descubras que, tras eliminar el problema de base, tu perspectiva es diferente. Ese objetivo que tenías en el pasado ya no refleja tu nueva forma de ser. Si esto ocurre, que no te preocupe abandonar un proyecto que ya no te satisface como persona.
Por último, inténtalo de nuevo. Empieza otra vez con tu plan remodelado o uno completamente nuevo. Un fracaso no es motivo para renunciar a tus sueños. Por el contrario, es una forma más de avanzar hacia tu meta.
Si te ha gustado este artículo y hablas inglés, encontrarás más en getrichslowly.com.
One Response to “Revisando y remodelando un plan financiero fallido”
Necesitamos darnos un poco de margen | Comparativa Bancos
[…] error, date un poco de margen. No te sientas prisionero de la culpabilidad cada vez que haces una mala elección económica, porque ese sentimiento acumulado puede tirarnos por tierra los planes mejor elaborados. Todos […]