A lo largo de los últimos años ha proliferado la aparición de distintos tipos de seguros médicos, de seguros de salud privada de todo tipo. Esta proliferación sin duda ha sido muy útil e interesante para el ciudadano pues le ha permitido tener una mayor oferta donde escoger y en consecuencia (como en casi cualquier sector donde existe competencia) también le ha aportado una reducción de los costes de las pólizas, o como mínimo una amplia gama de precios y prestaciones donde escoger, pero ¿es oro todo lo que reluce?
Se podría entrar a hacer mil y una valoraciones, se podría entrar a valorar la solvencia de la compañía o la calidad y fiabilidad de la misma. Así como también se podría analizar el como la aparición de todas estas pólizas ha permitido una cada vez mayor ampliación de los servicios y sobre todo una mayor personalización según los intereses del usuario, llegando a existir auténticos seguros a medida de cada paciente. Pero si por algo destaca toda la amalgama de propuestas de seguros médicos es por la diversidad de su cuadro médico.
Y el cuadro médico del que dispone una compañía de seguros u otra es probablemente uno de los factores más relevantes y que determina de mejor manera la calidad de un seguro, y paradójica y lamentablemente es uno de los factores más desconocidos por la ciudadanía. Es uno de los factores a los que incomprensiblemente menos importancia le damos como factor decisorio para decantarnos por un seguro u otro.
Craso error el anterior, pues poder disfrutar de un tipo de centros u otros, poder acudir a unas instalaciones médicas u otras determinará en gran medida ya no tan solo la calidad médica de cualquier acto médico o asistencial, sino que determinará o puede determinar el nivel de prestación asistencial o médico y el nivel de servicio que en todas las acepciones que nivel de servicio pueda tener nos prestarán en un lugar u otro.