Hace ya algunos años que las mejores compañías de seguros han dejado de ser estrictamente unos entes aseguradores y en la actualidad se han vuelto en muchos casos una especie de híbridos, de mezcla entre las compañías de seguros de toda la vida y entidades financieras comunes o incluso como asesoras de inversiones a modo de la banca privada.
Toda esta mezcla también se produce a la inversa (es decir, muchas de estos otros entes también han adoptado sistemas o formas que tradicionalmente correspondían a las aseguradoras), y también se traslada a los productos que estas ofertan, y de ello es de lo que trata este artículo.
En la actualidad la línea divisoria entre un producto de ahorro, un producto de inversión o un producto en forma de seguro en muchas ocasiones no esta tan claro como antaño. Antaño era indiscutible que un producto de ahorro solo servía para ahorrar (con una pequeña rentabilidad), un producto de inversión servía tan solo para invertir (con una previsión de alta rentabilidad y un buen grado de riesgo) y un seguro servía para asegurar un determinado bien personal, material, etc., hoy no es tan claro.
En la actualidad existen productos de ahorro que van asociados a productos de inversión y productos de inversión que sirven para ahorrar, y ahorros que sirven para asegurarse. Incluso dentro del mismo ámbito de los seguros en la actualidad existen este tipo de seguros que se articulan mediante productos de inversión que van ligados a determinados índices bursátiles o demás índices económicos.
Así, en la actualidad es normal que por ejemplo contratemos un producto para invertir determinado capital y que esto lo hagamos a través de un seguro, un seguro que va vinculado a la evolución de índices como el EuroStoxx, el Ibex, o bien a determinadas materias primas o demás factores de mercado.