Las transacciones financieras realizadas en tierras galas serán gravadas con un impuesto del 0,1% a partir de agosto. El gobierno francés toma las riendas en la aplicación de una especie de Tasa Tobin tras meses de defensa, junto a Alemania, para que la conocida como tasa Robin Hood sea una realidad en la UE.
El presidente francés, Nicolás Sarkozy anunciaba el 29 de enero que después de verano se aplicará una tasa financiera que afectará a las acciones negociadas en la Bolsa de París, a los seguros contra el impago de la deuda soberana (CDS) y a las órdenes automáticas lanzadas por ordenadores, conocidos como High Frequency Trading. De esta manera Francia da un paso adelante en su defensa junto a Alemania para poner en marcha este gravamen en la UE con el objetivo de reducir el riesgo sistémico de los mercados financieros y reforzar unas arcas públicas debilitadas con la aportación de a quienes se identifica como causantes de la crisis. Francia no es el único país que aplicará un impuesto a los bancos, pero sí el más ambicioso en Europa teniendo en cuenta que el Reino Unido impone una comisión del 0,5 % a la compraventa de acciones y que Bélgica aprobó la Tasa Spahn que pretende gravar con un 0,02 % los cambios de divisas de más de 10.000 euros pero que prevé intereses de hasta el 80 % para evitar la fuga de capitales en situaciones de grave crisis económica. Más allá de Europa, unos 29 países cuentan con medidas similares entre ellos Brasil, China, India, Irlanda, Japón o Rusia. “Este tipo de comisión es un recurso para algunos países latinoamericanos en los que no se puede recaudar grandes impuestos como el IVA o IRPF por contar con un sistema fiscal rudimentario” afirma Prósper Lanotte, catedrático de finanzas de la Universidad Autónoma de Madrid.
¿Qué es la tasa Tobin?
Aunque la actualidad este impuesto se entiende como una especie de comisión a todo movimiento financiero internacional como la compraventa de bonos o de contratos sobre derivados financieros, su origen es bien distinto. Este impuesto lleva el nombre de su creador, el Nobel de Economía James Tobin quien propuso esta fórmula para acabar con los movimientos especulativos de divisas en los años 70. Un par de décadas después, en los 90, los Movimientos Antiglobalización hicieron suya la idea pero aplicándola a las transacciones de los bancos como una medida para luchar contra la libre circulación de capitales, que a juicio de estos grupos son una amenaza a la estabilidad de las democracias y para erradicar la pobreza.
Un mar de filias y fobias.
La Tasa Tobin sigue siendo un punto de desencuentro para muchos. Sin ir más lejos, en Europa tenemos el caso de países como Reino Unido que se oponen a este tipo de impuesto por considerar que su aplicación carece de sentido si no se hace de forma coordinada a nivel mundial. De hecho un par de días después de la última cumbre europea, el secretario de Estado británico para Europa, David Lidington hablaba de “idea loca” al referirse a este asunto durante un desayuno informativo celebrado en Madrid. Lidington argumentaba que una especie de tasa Tobin mermaría el crecimiento de la zona euro y acabaría con unos 400.000 puestos de trabajo. Es más, este diplomático británico hacía referencia expresa a España como defensora de esta tasa asegurando que de ser aplicada por el gobierno de Mariano Rajoy las empresas se trasladarían a otros territorios como el Reino Unido para así evitarla. Esta idea la comparte también el catedrático de finanzas de la Universidad Autónoma de Madrid, Prósper Lanotte quien ha asegurado en Comparativa de Bancos que “en el momento en que se ponga en marcha un impuesto como este la actividad financiera se marchará a escenarios a donde no se aplique” y matizaba, “eso sí, los pequeños ahorradores y pymes europeas que no se pueden desplazar asumirían el peso de esta comisión” Huelga decir que empresas, bancos, bancas de inversión, hedge funds e inversores en general cierran filas en torno a posturas como la del Reino Unido. Entre los argumentos en contra destacan aquellos que aseguran que no es una de las prioridades económicas a resolver en estos momentos o los que sostienen que con esta medida sólo se lograría incrementar los costes para el inversor final e incluso para los propios consumidores o clientes de bancos. Este último extremo era descartado por Mariano Rajoy cuando el pasado 16 de enero respaldaba al presidente francés Nicolas Sarkozy en su idea de impulsar la tasa Tobin en toda Europa. Rajoy aseguraba que estaba a favor de la propuesta francesa siempre que se evitara un perjuicio a los usuarios, algo imposible según Prósper Lanotte quien decía a este portal que el pequeño inversor será quien termine pagando un impuesto que las grandes fortunas lograrán burlar buscando alternativas. Lanotte destacaba además el uso demagógico y político que a su juicio se hace de este impuesto: “los políticos muy pocas veces se mueven por razones técnicas sino más bien por cuestión de votos, ahí tenemos el caso de Francia con elecciones a la vuelta de la esquina” Pero en tiempos de crisis no son pocos los que se han sumado al reclamo de una medida fiscal que dicen ayudaría a reducir el volumen de las operaciones especulativas y proporcionaría ingresos a las maltrechas cuentas públicas.
¿De cuánto estamos hablando?
Aunque por el momento no se ha concretado cómo sería una eventual Tasa Tobin “a la europea” sí que contamos con un esbozo perfilado por la Comisión Europea el pasado mes de septiembre. Se trataría de un impuesto aplicable a todas las operaciones con instrumentos de inversión entre instituciones financieras cuando al menos una de las dos partes tuviera su sede en la UE. Afectaría al 85% de las transacciones entre entidades frente a los ciudadanos que quedarían exentos al no aplicarse a productos y servicios como hipotecas, los préstamos bancarios o los seguros. La compraventa de acciones y bonos tributaría a un tipo del 0,1% sobre el volumen negociado, mientras que la tasa para los productos derivados sería del 0,01%. Desde Bruselas se calcula que con esta medida se recaudarían unos 57.000 millones de euros anuales pero hay expertos que hablan de pérdidas de hasta 116.000 millones si se te tiene en cuenta la caída del volumen de las negociaciones bursátiles. En el caso de España hay estudios, como el de la Fundación Ideas, que hablan de hasta 1.980 millones en impuestos sobre las plusvalías financieras a corto plazo, entre 2.820 y 5.120 millones en tasas sobre activos bancarios, y entre 1.600 y 6.300 millones en el caso de las transacciones financieras. “Es más una utopía que una realidad”, sentencia Prósper Lanotte, “la idea es buena pero nada factible mientras existan los codiciados paraísos fiscales, es absurdo aplicarlo sólo en algunos países”