Por lo que se ve mi afición por los gadgets tecnológicos me precede. La semana pasada me encontré a mi primo en la biblioteca de la universidad y, al poco de empezar a hablar, esa fue la pregunta que me hizo: “¿Qué, ya te has comprado el iPad?”
La respuesta a esa pregunta es no, y de hecho no creo que lo vaya a comprar en el futuro. Y, ¿por qué no? Precisamente porque he valorada los pros y los contras del iPad y, desde mi punto de vista, no me compensa el gasto. El mejor consejo para decidir si merece la pena comprar un determinado artículo, o no, es preguntarnos por qué lo compramos en primer lugar, y hacerlo varias veces.
Sé que puede parecer algo excesivo el tener que realizar ese esfuerzo mental con cada compra que hacemos, pero lo cierto es que compensa, ya que nos ayuda a mantener nuestros gastos bajo control.
En cuanto al iPad, estas son las consideraciones que me hice:
- ¿Por qué quiero un iPad? Es un gadget impresionante, me gustaría tenerlo en las manos. Está claro que disfrutaría usándolo.
- ¿Para qué voy a usarlo? Para ver películas, navegar, leer libros, periódicos, etc.
- ¿Por qué no usar simplemente el ordenador? El iPad es más portátil.
- ¿Por qué no usar la PDA?…
- ¿Por qué no usar el eBook Reader?…
- ¿Por qué no usar el móvil de pantalla táctil?…
Como se puede ver, cualquier argumento racional para comprar el iPad termina por desaparecer. No cabe duda de que me lo puede permitir pero, ¿para qué? No cubre ninguna necesidad que no tenga ya cubierta, o no me ofrece una mejora suficiente con respecto a los aparatos que ya tengo como para que me gaste cientos de euros en él. Es cierto que llevo tiempo valorando la compra de un notebook, netbook o un tablet, pero estoy esperando a encontrar una oferta realmente jugosa de un modelo que realmente satisfaga todas mis expectativas.
Preguntarnos por qué compramos algo, o por qué lo hacemos en determinada cantidad (1 kilo, 2 kilos, etc.) nos puede llevar a darnos cuenta de que en realidad no necesitamos ese producto o de que una variación de esa misma compra puede ahorrarnos dinero y ajustarse mejor a lo que necesitamos.
Preguntarnos cinco o seis porqués cada vez que compramos es más sencillo de lo que parece y casi siempre nos lleva a encontrar una solución que mejora nuestro primer impulso de compra. Por supuesto, esta estrategia tiene la ventaja añadida de ayudarnos a prevenir las compras por impulso. Como resultado, tengo dinero suficiente para comprar las cosas que realmente necesito.
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