A pesar de mantener casi en solitario una posición de dureza ante cualquier posibilidad de reestructuración de la deuda griega, el Banco Central Europeo parece dispuesto a ganar este asalto en las negociaciones del rescate de Grecia. En realidad, la renegociación del pago de la deuda no es una solución al problema de insolvencia del país, y puede causar que la futura reestructuración sea incluso más complicada.
El retraso, sin embargo, afecta a las posibles consecuencias políticas de dicha reestructuración de la deuda. Un reciente estudio de JP Morgan muestra cómo los estados de la eurozona se están haciendo cada vez más responsables de la deuda griega (directamente, o de forma indirecta a través del BCE) mientras que los bonos en mano privadas maduran, mientras el total de la factura del rescate aumenta. El coste futuro de la reestructuración sería más alto para los estados europeos, y la integración fiscal una opción más atractiva.
Esto llevaría a un avance de la integración europea por la puerta de atrás, algo que ya es casi tradicional para la Unión, y ese podría ser el objetivo de Jean-Claude Trichet al buscar el retraso de la reestructuración de la deuda griega. Y el BCE, como cualquier otra institución, responde a la posición política y a las ambiciones personales de sus líderes.
Por supuesto, hay otras explicaciones racionales para la obstinación del BCE – instinto de supervivencia, temor a un nuevo caso Lehman – pero es difícil creer que las consecuencias políticas se le hayan escapado al presidente del Banco Central Europeo. El señor Trichet nunca ha mostrado reparos en entrar al debate político sobre el futuro gobierno de Europa, a pesar de la supuesta imparcialidad política del BCE.
Si este es realmente su objetivo, nos encontraríamos ante una estrategia muy arriesgada para el BCE. Sus duras declaraciones no dejan lugar a las concesiones, y el BCE no ha dado ninguna señal que nos haga pensar en que se trata de una simple táctica de negociación. La credibilidad de la institución están en juego: cualquier reestructuración a corto plazo creará la percepción de que la autoridad monetaria independiente del euro se ha plegado a la voluntad de los estados soberanos de la unión, quedando además muy expuesta a causa de su compra de bonos.
De acuerdo con el grupo de expertos del británico Open Group, el BCE se enfrenta a unas pérdidas potenciales de 444 mil millones de euros en relación con los países de la eurozona en dificultades, y de 140 mil millones de deudos teniendo en cuenta solo el factor griego –y estas pérdidas forzarían una recapitalización del banco central.
Parece que Trichet mantiene su posición bien asentada, pero su estrategia puede fracasar si en los próximos meses los ciudadanos griegos se revelan contra el plan de austeridad o si los líderes políticos europeos ceden a la presión de la opinión pública. En ese caso, las consecuencias podrían ser graves tanto para el BCE como para Europa.