El valor contable ha sido elevado a los altares como la única medida verdadera que cuenta para hacer una inversión, pero a su vez ha sido ridiculizado como poco más que una mera ficción numérica. Esto hace del valor contable una materia ciertamente fascinante: por un lado es un producto de la contabilidad más creativa, y por otro una estimación a grandes rasgos del valor tangible de una empresa.
En su definición más básica, el valor contable es la suma de todos los activos de la compañía menos todos sus pasivos. Lo que resta se denomina valor neto o valor contable. El valor contable de una compañía no es algo específico, es solo el resultado de restar dos valores, los activos y los pasivos.
Algunos inversores le dan una gran importancia al valor contable, aunque para la mayoría es un número que representa el valor máximo tangible para una inversión. ¿Cómo puede ser que estos inversores concedan en teoría mucha importancia al valor contable pero en realidad solo se preocupen del crecimiento? Estamos ante los inversores GARP, que buscan comprar crecimiento a bajo precio.
El valor contable es, en el mejor de los casos, una estimación de lo que los titulares de bonos y acciones poseen en una compañía. En teoría, si una compañía tuviera que pagar todos sus pasivos y distribuir los activos restantes, sus inversores recibirían el valor contable. En realidad, esto nunca es así. Se trata de un asunto farragoso y, a veces, lo que se distribuye es muy superior al valor contable, o muy inferior.
Dos compañías distintas pueden decir que su valor neto es de 100 millones de euros y, en una de ellas, puede tratarse de una estimación realista, mientras que en la otra no ser más que una esperanza lejana. El valor contable de la compañía también viene determinado por la composición de sus activos y pasivos. Imaginemos que una compañía tiene una serie de deudores de los que, en su mayor parte, no va a poder cobrar. ¿Qué ocurre entonces? En una compañía, los pasivos siempre son reales. No importa a quién le deba el dinero, al final le pedirán que salde esa deuda, más tarde o más temprano. Sin embargo, los activos, salvo el dinero en efectivo, no son seguros. El valor de las deudas pendientes de cobro, el inventario y las propiedades es solo una estimación. El valor de los activos puede estar inflado, pero una deuda en la hoja de balance nunca se equivoca. El día que alguien lea una nota que diga: “Nos han dado un préstamo de 10.000 euros, pero solo nos reclaman 9.500” – por favor, que me avise.
El valor contable de una compañía nunca es preciso. La hoja de balance es una foto en un momento determinado del tiempo aunque, afortunadamente, la mayoría de su composición cambia lentamente, fluctuando de año en año. Raras veces se produce un cambio dramático. Aún así, hasta que la empresa no decide vender todos sus activos y determinar lo que el mercado pagará por ellos, ese valor es la mejor estimación que tenemos.
Algunos de los componentes del valor contable tienen que ser depreciados a intervalos regulares, ya que se presupone que su valor disminuye con el tiempo y el uso. Esto sucede, por ejemplo, con el valor de las fábricas y la maquinaria. La medición de esas depreciaciones es muy compleja, acercándose en algunos casos a la realidad y, en otros, alejándose completamente de ella.
Es interesante comprobar cómo los inversores en capital apenas le prestan atención al valor contable, mientras que los inversores en bonos y los bancos lo consideran una información preciosa.
Los acreedores tienen un derecho de retención sobre los ingresos de la compañía, pero si por cualquier motivo ésta no puede hacer frente a sus pagos, tienen que determinar si podrán recuperar el dinero que han prestado. En una situación de estrés o bancarrota, los acreedores pueden forzar a la empresa a vender algunos de sus activos para así devolverles su dinero. Una vez que esta venta se produce, el resultado muestra sin lugar a dudas si la valoración que hacía la compañía coincide con la del resto del mundo.
Las compañías que más suelen gustar son las que muestran un crecimiento del valor contable a lo largo de los años. De esta forma podemos considerar que los inversores en capital son propietarios de algo más cada año. Una compañía con un alto nivel de crecimiento puede ganar mucho dinero, pero necesita reinvertirlo para continuar creciendo. Si esa inversión no se produce, o se hace mal, el crecimiento se ralentizará y muchos inversores la abandonarán. La gente que invierte en este tipo de compañías está apostando a que el creciendo seguirá, pero no poseen más de lo que tenían el año anterior. Cuando el valor contable de una compañía crece, significa que gana lo suficiente para cubrir los costes y, tras hacerlo, dispone de un resto de beneficio. Este tipo de compañías suelen ser una muy buena inversión.
Los inversores, en todo caso, deben preguntarse siempre qué significa el valor contable, en qué consiste y si el mercado sabe realmente cómo valorar esos activos.