La primera conclusión que se puede sacar del estallido de la burbuja inmobiliaria es que se va a producir un reajuste drástico del sector inmobiliario, comenzando por la capacidad de las familias para acceder a la compra de una vivienda, algo que ya se está viendo a día de hoy en lo que podemos denominar «viviendas para ricos«.
Es cierto que durante los años dorados de la burbuja inmobiliaria se produjo una fiesta absolutamente insostenible, en la que todo el mundo podía acceder a la compra de una vivienda, algo que ninguna sociedad puede soportar. Con la llegada ahora de las viviendas para ricos la situación se normalizará.
Y no es que los precios de las viviendas se vayan a encarecer, más bien al contrario, sino que cuando digo viviendas para ricos estoy pensando más en las condiciones más restrictivas y en los diferenciales más elevados que están comenzando a aplicar las entidades financieras a sus clientes a la hora de intentar obtener un préstamo hipotecario.
Así si durante los mejores años de la burbuja se podrían encontrar diferenciales del 0.3%, o durante el pasado año 2010 las entidades se movían en el 0.5%, en este año 2011, el año de las viviendas para ricos, los diferenciales se dispararán al 1%, y subiendo.
Con ello se provoca que la cuota mensual se eleve de manera importante, por lo que se necesita un mayor volumen de ingresos mensuales para poder hacer frente a la cuota hipotecaria mensual. Ello ocasiona que los bancos y cajas sólo concedan hipotecas a un tipo de cliente muy específico, fomentando las viviendas para ricos.
Pero no es una situación pasajera que vaya a diluirse a medida que la recuperación económica sea un hecho, sino que se trata de una realidad con la que tendremos que convivir durante varios años. El sector financiero tiene que reajustar sus balances y para ello no puede permitirse las alegrías de las que había venido disfrutando los últimos meses, lo que provocará informes más exhaustivos y mayores restricciones a los créditos.
Con ello, España tendrá que cambiar su cultura de compra y decantarse más por el alquiler, algo que no es malo por sí mismo, aunque sí lo es cuando viene impuesto por las circunstancias y no por la voluntad de la sociedad.